En 1935, en plena efervescencia de las grandes ideologías históricas, el escritor británico H.G. Wells entrevistó a Stalin. Acababa de hacerlo con Roosevelt. Después de la segunda guerra mundial, del fin de la Guerra Fría con la caída del muro de Berlín, del desmantelamiento de la Unión Soviética y de los grandes males traídos por la lógica capitalista, muchos de los temas abordados en la entrevista parecen obsoletos. No obstante, ellos aparecen constantemente como rescoldos en las pugnas entre los populismos y las democracias contemporáneas. Quienes hacemos Conspiratio hemos creído importante publicarla como un espejo del origen del callejón sin salida en el que el mundo se debate hoy. La entrevista se publicó por vez primera en la revista británica New Statesman.
Traducción de Raudel Ávila
Wells: Me siento en deuda con usted, señor Stalin, por aceptar recibirme. Estuve en los Estados Unidos recientemente. Tuve una larga conversación con el Presidente Roosevelt y procuré cerciorarme sobre cuáles eran sus ideas principales. Ahora he venido a preguntarle qué está haciendo usted para cambiar el mundo…
Stalin: No tanto.
Wells: Yo vago por el mundo como un hombre ordinario y como hombre ordinario observo lo que sucede a mi alrededor.
Stalin: Hombres públicos de la importancia de usted no son “ordinarios.” Por supuesto, la historia por sí misma puede mostrar cuán importante ha sido éste o aquel hombre público; en cualquier caso, usted no mira el mundo como un “hombre ordinario.”
Wells: No estoy fingiendo humildad. Lo que quiero decir es que trato de ver el mundo a través de los ojos del hombre ordinario, y no como un político de partido o un administrador con responsabilidades. Mi visita a Estados Unidos estimuló mi mente. El viejo mundo financiero está colapsando; la vida económica del país está siendo reorganizada sobre nuevas líneas. Lenin dijo: “Debemos aprender a hacer negocios, aprender esto de los capitalistas.”
Hoy los capitalistas deben aprender de usted, con el fin de atisbar el espíritu del socialismo. Me parece que lo que tiene lugar en Estados Unidos es una profunda reorganización, la creación de una economía planificada, esto es, economía socialista. Usted y Roosevelt comienzan desde dos puntos de partida distintos. Pero, ¿no hay una relación de ideas, un parentesco de ideas entre Moscú y Washington? En Washington me impactó la misma cuestión que veo aquí; están construyendo oficinas, creando cierto número de cuerpos de regulación estatal, organizando un gran y necesario servicio civil. Su necesidad, como la de usted, consiste en habilidades directivas.
Stalin: Los Estados Unidos están persiguiendo una meta diferente a la que perseguimos nosotros en la URSS. Su meta es el resultado de problemas económicos, de la crisis económica. Quieren deshacerse de ella sobre la base de la actividad capitalista privada, sin alterar los fundamentos económicos. Están tratando de reducir al mínimo la ruina, las pérdidas causadas por el sistema económico existente. Aquí, sin embargo, como usted sabe, en lugar de los fundamentos económicos viejos y en ruinas, proponemos uno enteramente diferente; hemos creado una nueva base económica. Aún si los americanos que usted menciona alcanzaran parcialmente su meta, por ejemplo, reducir las pérdidas al mínimo, no van a destruir las raíces de la anarquía que es inherente al sistema capitalista existente. Están preservando el sistema económico que debe conducir, y no puede sino conducir, inevitablemente, a la anarquía en la producción. Lo que hacen no es reorganizar a la sociedad ni abolir el viejo sistema que origina la anarquía y la crisis, sino, en el mejor de los casos, restringir algunos de sus excesos. Subjetivamente, quizá, los americanos piensan que están reorganizando la sociedad; objetivamente, sin embargo, están preservando la base presente de la sociedad. Por eso es que, objetivamente, no habrá reorganización de la sociedad. Tampoco habrá economía planificada.
¿A qué me refiero con ello? ¿Cuáles son algunos de sus atributos? La economía planificada intenta abolir el desempleo. Sin embargo, ningún capitalista aceptará la completa abolición de la reserva que significa un ejército de desempleados. Ellos ejercen presión sobre el mercado asegurando la oferta de mano de obra barata. Aquí tiene usted una de las rentas de la “economía planificada” en la sociedad burguesa. Además, bajo el capitalismo, esa economía, que presupone un incremento en las ramas de la industria productora de bienes para las masas de gente necesitada, hace que el capital fluya hacia aquellas ramas de la economía en las que el rango de lucro es mayor. Usted nunca persuadirá a un capitalista de incurrir en pérdidas para sí mismo ni de aceptar un menor rango de lucro para satisfacer las necesidades de la gente. Sin desembarazarse de los capitalistas, sin abolir el principio de propiedad privada en los medios de producción, es imposible crear una economía planificada.
Wells: Estoy de acuerdo con mucho de lo que usted dice. Sin embargo, quiero hacer énfasis en el hecho de que si un país en su conjunto adoptara el principio de la “economía planificada” y el gobierno lo aplicara de manera gradual y consistente, es decir, paso a paso, la oligarquía financiera sería abolida y daría paso al socialismo, en el sentido anglosajón de la palabra. El efecto de las ideas del New Deal de Roosevelt es muy poderoso, y en mi opinión son ideas socialistas. Me parece que, en lugar de subrayar el antagonismo entre dos mundos, deberíamos, en las actuales circunstancias, pugnar por establecer una lengua común en todas las fuerzas constructivas.
Stalin: Cuando hablo de la imposibilidad de llevar a cabo los principios de la “economía planificada” mientras se preservan las bases económicas del capitalismo, no deseo en absoluto disminuir las sobresalientes cualidades personales de Roosevelt: su iniciativa, su valentía y determinación. Es indudable que Roosevelt destaca como una de las figuras más fuertes entre los capitanes del mundo capitalista contemporáneo. Es por ello que quiero enfatizar mi convicción de que la “economía planificada” es imposible bajo las condiciones del capitalismo. En circunstancias desfavorables, el capitán más talentoso no podrá alcanzar la meta a la que usted se refiere.
Por supuesto que teóricamente no excluyo esa posibilidad. Pero, ¿qué clase de socialismo sería ese? Frenaría, a lo sumo, a los representantes individuales del lucro capitalista y supondría un incremento en la aplicación del principio de regulación en la economía nacional. Todo eso está muy bien. Pero tan pronto como Roosevelt o cualquier otro capitán en el mundo burgués contemporáneo, procediera con seriedad contra los fundamentos del capitalismo, inevitablemente sufriría un pronunciadísimo fracaso. Los bancos, las industrias, las grandes empresas y las productoras agrícolas no están en manos de Roosevelt. Son propiedad privada. Los ferrocarriles, la flota mercante, pertenecen también a propietarios privados. Por último, el ejército de trabajadores capacitados, los ingenieros, los técnicos, están bajo el control de ese tipo de propietarios y no de Roosevelt. No debemos olvidar, además, las funciones del Estado en el mundo burgués.
El Estado es una institución que organiza la defensa del país y el mantenimiento del orden; es un aparato para la recolección de impuestos. El Estado capitalista, sin embargo, no lidia mucho con la economía que está en manos de los capitalistas. Por eso temo que Roosevelt, a pesar de toda su energía y habilidades, no alcanzará la meta que usted menciona, si es que esa es en realidad su meta. Quizá, en el curso de varias generaciones sería posible aproximarse, de algún modo, a ella; pero personalmente pienso que esto es poco probable.
Wells: Creo, tal vez más que usted, en la interpretación económica de la política. Las invenciones de la ciencia moderna, que han permitido mejoras en la organización para el mejor funcionamiento de la comunidad, se dirigen hacia el socialismo. La organización y regulación de la acción individual se han vuelto necesidades mecánicas independientes de las teorías sociales. Si empezamos con el control estatal de los bancos y después seguimos con el control de los sistemas de transporte, de las industrias pesadas en general, del comercio, etc., dicho control equivaldría a la propiedad estatal de todas las ramas de la economía nacional. Sería un proceso de socialización. Socialismo e individualismo no se oponen como el blanco y el negro.
Hay muchas etapas intermedias entre ellos.
Existe un individualismo que colinda con el bandolerismo y una disciplina y una organización que equivalen al socialismo. La introducción de la “economía planificada” depende, en alto grado, de los organizadores de la economía, de la inteligencia técnicamente capacitada, quienes, paso a paso, pueden convertirse a los principios socialistas de la organización. Esto es lo más importante. La organización antecede al socialismo. Sin organización la idea socialista es eso, sólo una idea.
Stalin: No hay ni debe haber un contraste irreconciliable entre lo individual y lo colectivo, entre los intereses del individuo y los intereses de la colectividad. No debería haber tal contraste, porque el colectivismo, el socialismo, los combina. Pero ¿podemos negar el contraste entre clases, entre la clase propietaria, capitalista, y la clase proletaria?
Por un lado, tenemos la clase propietaria que es dueña de los bancos, fábricas, minas, transporte y de las plantaciones en las colonias. Esta gente sólo ve por sus propios intereses, lucha por obtener ganancias.
Ellos, lejos de someterse a la voluntad colectiva, pugnan por subordinar lo colectivo a su voluntad.
Por otro lado, tenemos a la clase de los pobres, la clase explotada, que no posee fábricas ni empleos ni bancos, que se siente forzada a vivir de la venta de su fuerza de trabajo a los capitalistas y carece de la oportunidad de satisfacer sus más elementales requerimientos. ¿Cómo pueden reconciliarse semejantes intereses y pugnas? Hasta donde sé, Roosevelt no ha logrado encontrar el camino para conciliarlos. Y, como ha demostrado la experiencia, es imposible. Incidentalmente, usted conoce la situación en Estados Unidos mejor que yo, que nunca he estado ahí y que observo los asuntos americanos principalmente desde la literatura. Pero tengo la experiencia de pelear por el socialismo y ella me dice que si Roosevelt hace un intento real por satisfacer los intereses de las clases proletarias a expensas de la clase capitalista, esta última colocará otro presidente en su lugar. Los capitalistas dicen: presidentes van y vienen, pero nosotros seguiremos aquí siempre; si éste o aquel no protege nuestros intereses, encontraremos otro. ¿Qué puede oponer el presidente a la voluntad de las clases capitalistas?
Wells: Me opongo a esta clasificación simplificada de la humanidad en ricos y pobres. Desde luego, hay una categoría de gente que pugna sólo por el lucro. Pero ¿acaso no se les ve con desagrado tanto aquí como en Occidente? ¿No hay acaso mucha gente en Occidente para quienes el lucro no es la única finalidad, que poseen cierto grado de riqueza, que desean invertir y obtener ganancias, pero cuyo objetivo principal no es ese? Ven la inversión como una necesidad inconveniente. ¿No hay acaso muchos ingenieros capaces y dedicados, organizadores de la economía cuyas actividades son estimuladas por otra cosa que el lucro? En mi opinión hay una clase bastante numerosa de gente capaz que admite que el sistema actual es insatisfactorio y que está destinado a jugar un gran papel en la futura sociedad socialista. Durante los últimos años he estado involucrado y he pensado en la necesidad de conducir propaganda favorable al socialismo y el cosmopolitismo entre amplios círculos de ingenieros, pilotos aviadores, técnicos-militares, etc. Es inútil aproximarse a ellos con la propaganda elemental de la lucha de clases. Esta gente entiende las condiciones del mundo. Saben que se trata de un caos sangriento, pero ven la lucha de clases como un antagonismo sin sentido.
Stalin: Usted objeta la clasificación simplificada de la humanidad en ricos y pobres. Por supuesto que hay un estrato medio y en él personas buenas y honestas con la inteligencia técnica que usted ha mencionado. En ese estrato hay también gente deshonesta y torcida, y todo tipo de gente, pero antes que nada, la humanidad se divide en ricos y pobres, entre propietarios y explotados; abstraerse uno mismo de esta división y del antagonismo entre pobres y ricos significa abstraerse de un hecho fundamental. Yo no niego la existencia del estrato intermedio, que toma partido por una u otra de estas dos clases en conflicto o una posición neutral o semineutral en esta pugna. Pero repito, abstraerse de esta división fundamental en la sociedad y de la pugna fundamental entre ambas clases significa ignorar los hechos. La pugna está en marcha y continuará. El resultado estará determinado por la clase proletaria, la clase trabajadora.
Wells: Hay mucha gente que no es pobre, pero que trabaja productivamente. ¿No le parece?
Stalin: Por supuesto, hay dueños de terrenos, artesanos, pequeños comerciantes, pero no es esta la gente que decide el destino de un país, sino las masas trabajadoras, quienes producen todas las cosas que una sociedad requiere.
Wells: Hay, sin embargo, diferentes clases de capitalistas. Los que sólo piensan en el lucro, en cómo hacerse ricos, y otros que están preparados para hacer sacrificios. Tome al viejo Morgan, por ejemplo. Él pensaba únicamente en el lucro; era un parásito de la sociedad, un simple acumulador de riquezas. Pero tomemos a Rockefeller. Es un organizador brillante; ha puesto el ejemplo de cómo organizar la entrega de petróleo que es digna de emularse. O tome a Ford. Claro que Ford es egoísta. ¿Pero no es acaso un organizador apasionado de la producción racionalizada y de quien podemos aprender? Yo quisiera subrayar el hecho de que recientemente hubo en los países de habla inglesa un cambio importante en la opinión hacia la Unión Soviética. La razón de ello es, primero, la posición de Japón y los eventos en Alemania. Pero la razón más profunda es que mucha gente empieza a reconocer que el sistema basado en la ganancia privada se está rompiendo. Bajo esas circunstancias, me parece que no debemos poner al frente el antagonismo entre dos mundos, sino pugnar por combinar todos los movimientos constructivos, todas las fuerzas constructivas en una sola línea hasta donde sea posible. Me parece que estoy más a la izquierda que usted Sr. Stalin; creo que el viejo sistema está más próximo a su fin de lo que usted piensa.
Stalin: Hablando de los capitalistas que pugnan sólo por sus ganancias, sólo por hacerse ricos, no quiero decir que sea gente desprovista de valor o incapaz de nada. Muchos de ellos poseen indudablemente un gran talento organizativo que yo no osaría negarles. Nosotros, el pueblo soviético, aprendemos mucho de ellos. Morgan, a quien usted caracterizó en forma tan desfavorable, fue sin duda un buen y muy capaz organizador. Pero si se refiere a gente que está preparada para reconstruir el mundo, desde luego no podrá encontrarlos en las filas de quienes sirven fielmente a la causa del lucro. Nosotros y ellos estamos parados en polos opuestos. Usted mencionó a Ford. Desde luego, un organizador capaz en la producción. Pero ¿conoce usted su actitud hacia la clase trabajadora? ¿Ignora cuántos trabajadores arroja a las calles? El capitalista está hecho para el lucro, y no hay poder en la tierra que pueda alejarlo de eso. El capitalismo será abolido, no por los organizadores de la producción ni por su intelligentsia técnica, sino por la clase trabajadora, porque el estrato mencionado arriba (los propietarios) no juega un rol independiente. El ingeniero, el organizador de la producción no trabaja como le gustaría, sino como se le ordena, de tal manera que sirva los intereses de sus empleadores. Hay excepciones, por supuesto; hay gente en este estrato que ha despertado de la intoxicación del capitalismo. La intelligentsia técnica puede, bajo ciertas condiciones, desempeñar ciertos milagros y beneficiar significativamente a la humanidad. Pero también pueden causar un gran daño. Nosotros, el pueblo soviético, no tenemos poca experiencia respecto de la intelligentsia técnica.
Después de la Revolución de Octubre, cierta sección de la intelligentsia técnica se rehusó a tomar parte en el trabajo de construir la nueva sociedad; ellos se opusieron a la labor constructiva y la sabotearon.
Hicimos lo que pudimos para atraerlos a este trabajo de construcción; lo intentamos de muchas maneras. Al final lo logramos. Hoy la mejor sección de la intelligentsia técnica está al frente de los constructores de la sociedad socialista. Habida cuenta de esta experiencia, estamos lejos de subestimar sus lados buenos y malos. Por supuesto, las cosas serían diferentes si se pudiera arrebatar a la intelligentsia técnica del mundo capitalista. Pero eso es una utopía.
En Francia o en Inglaterra hay pocos que estarían dispuestos a romper con sus empleadores e iniciar la reconstrucción del mundo.
Además, no podemos perder de vista que para transformar el mundo es necesario tener poder político. Me parece, señor Wells, que usted subestima la cuestión del poder político, que la deja enteramente fuera de su concepción.
¿Qué pueden hacer ellos, aún con las mejores intenciones del mundo si no poseen el poder? A lo sumo pueden ayudar a la clase a tomarlo, pero no pueden cambiar el mundo ellos mismos. Esto sólo puede lograrlo una gran clase que tomará el lugar de la clase capitalista y se volverá la nueva soberana como lo fue ésta última anteriormente. Esta clase es la clase trabajadora. Desde luego, la asistencia de la intelligentsia técnica debe ser aceptada, y ésta última en turno debe recibir apoyo. Pero no debe pensarse que la intelligentsia técnica pueda jugar un papel histórico independiente. La transformación del mundo es un proceso grande, complicado y doloroso. Para esta tarea se requiere una gran clase social. Los grandes barcos emprenden grandes viajes.
Wells: Sí, pero para ellos se requiere de un capitán y un timonel.
Stalin: Eso es verdad; pero lo que se requiere para un largo viaje es un gran barco. ¿De qué sirve un timonel sin barco?
Wells: El gran barco es la humanidad, no una clase.
Stalin: Usted, señor Wells, evidentemente parte del supuesto de que todos los hombres son buenos. Yo, sin embargo, no olvido que hay muchos hombres perversos. No creo en la bondad de la burguesía.
Wells: Recuerdo la situación de la intelligentsia técnica varias décadas atrás. En ese tiempo era numéricamente reducida, pero había mucho qué hacer y cada ingeniero, técnico e intelectual encontró su oportunidad. Por ello, la intelligentsia técnica fue la clase menos revolucionaria. Ahora hay una superabundancia de intelectuales técnicos y su mentalidad ha cambiado de manera muy pronunciada. Ese hombre que no había escuchado hablar sobre cuestiones revolucionarias, ahora está intensamente interesado en ellas. Recientemente cené con la Royal Society, nuestra gran sociedad científica británica. El discurso del presidente fue sobre la planeación social y el control científico. La mentalidad cambió. Delante de esos hechos su propaganda sobre la lucha de clases no se sostiene.
Stalin: Estoy consciente de ello. Pero debo explicar que la sociedad capitalista se encuentra en un cul-de sac. Los capitalistas, a través de amplios círculos de la intelligentsia técnica, buscan la salida, pero no la encuentran. Hasta cierto punto pueden escalar el abismo, pero no encontrarán una salida que no moleste a los intereses del capitalismo. Hay amplias secciones de esa intelligentsia que comienzan a advertir una comunidad de intereses en aquella clase que es capaz de encontrar la salida.
Wells: Poca gente sabe tanto desde el punto de vista práctico sobre las revoluciones como usted, señor Stalin. ¿Las masas se levantan alguna vez? ¿No es verdad que todas las revoluciones las hacen minorías?
Stalin: Para que una revolución suceda se requiere una minoría revolucionaria dirigente; pero la más talentosa, devota y enérgica minoría sería inútil si no descansara, cuando menos, en el respaldo pasivo de millones.
Wells: ¿Pasivo? ¿Quizá subconsciente?
Stalin: En parte también semi-instintivo y semiconsciente, pero sin el respaldo de millones la mejor de las minorías será impotente.
Wells: Yo observo la propaganda comunista en Occidente y me parece que en las condiciones modernas suena anticuada. Esa propaganda en favor del derrocamiento violento del sistema social funcionaba muy bien cuando estaba dirigida contra la tiranía. Pero bajo condiciones modernas, cuando el sistema está colapsando de cualquier modo, el énfasis debe ponerse en la eficiencia, la competencia, la productividad y no en la insurrección.
Me parece que la nota insurreccional es obsoleta. La propaganda comunista en Occidente es una molestia para la gente de mentalidad constructiva.
Stalin: Claro que el viejo sistema se está rompiendo; está en decadencia. Eso es verdad. Pero también es verdad que hay nuevos esfuerzos para proteger y salvar ese sistema moribundo.
Usted extrae una conclusión errónea de un postulado correcto. Establece correctamente que el viejo mundo se está desgajando. Pero se equivoca en pensar que se está rompiendo por sí mismo. No, la sustitución de un sistema social por otro es un proceso revolucionario largo y complicado. No se trata simplemente de un proceso espontáneo, sino de una lucha, de un choque de clases. El capitalismo está en decadencia, pero no a la manera de un árbol que ha decaído tanto que se derrumbará por su propio peso. No, la revolución, la sustitución de un sistema social por otro, ha sido siempre una lucha, una dolorosa y cruel lucha, una lucha de vida o muerte. Cada vez que la gente de un nuevo mundo llega al poder ha tenido que defenderse contra las tentativas del viejo mundo por restaurar el viejo orden; ha tenido que estar lista para repeler los ataques del viejo mundo sobre el nuevo sistema. Tome usted el fascismo como ejemplo. El fascismo es una fuerza reaccionaria que está tratando de preservar el viejo sistema con medios violentos. ¿Qué haría usted con los fascistas? ¿Discutir con ellos? ¿Tratar de convencerlos? No lograría nada. Los comunistas no idealizan en absoluto los métodos violentos, pero no quieren que se les tome por sorpresa. Pero ellos, los comunistas, no quieren ser tomados por sorpresa. Por ello le dicen a la clase trabajadora: respondan violencia con violencia; hagan todo lo que puedan para prevenir que el viejo orden desfalleciente los aplaste, no permitan que les ponga grilletes en las manos, en esas mismas manos con las que van a derribar el viejo sistema. Como ve, los comunistas ven la sustitución de un sistema social por otro, no simplemente como un proceso espontáneo y pacífico, sino como un proceso complicado, largo y violento. Los comunistas no pueden ignorar los hechos.
Wells: Veamos, sin embargo, lo que está sucediendo en el mundo capitalista. El colapso no es simple; es la explosión de violencia reaccionaria que está degenerando en gangsterismo. Los socialistas podrían apelar a la ley y en lugar de ver a la policía como enemigo, deberían respaldarla en la lucha contra los reaccionarios. Yo creo que es inútil operar con los métodos del viejo socialismo insurreccional.
Stalin: Los comunistas se basan en una rica experiencia histórica que enseña que las clases obsoletas no abandonan voluntariamente el escenario de la historia.
Recuerde la historia de Inglaterra en el siglo diecisiete. ¿Acaso no decían muchos que el viejo sistema estaba en decadencia? ¿Pero requirió de Cromwell para aplastarlo por la fuerza?
Wells: Cromwell actuó sobre la base de la constitución y en nombre del orden constitucional.
Stalin: ¡En nombre de la constitución recurrió a la violencia, decapitó al rey, dispersó al Parlamento, arrestó a algunos y decapitó a otros!
O bien tome un ejemplo de nuestra historia. ¿No estuvo claro durante largo tiempo que el sistema zarista estaba en decadencia, a punto de romperse? ¿Cuánta sangre debió derramarse para derrocarlo?
¿Y qué hay de la Revolución de Octubre? ¿No había acaso mucha gente que sabía que sólo nosotros, los bolcheviques, estábamos indicando la única salida correcta? ¿No estaba claro que el capitalismo ruso había decaído?
Usted sabe cuán grande fue la resistencia, cuánta sangre tuvo que derramarse para defender la Revolución de Octubre de todos sus enemigos, internos y externos.
O tome a Francia al final del siglo dieciocho.
Mucho antes de 1789 estaba claro cuán podrido estaba el poder del rey, el sistema feudal. Pero una insurrección popular, una lucha de clases no podía evitarse. ¿Por qué? Porque las clases que deben abandonar el escenario de la historia son las últimas en convencerse de que su papel terminó. Es imposible convencerlas de ello. Creen que las fisuras en el edificio decadente del antiguo orden pueden repararse y salvarse. Por eso es que las clases moribundas recurren a las armas y a cualquier medio a su disposición para salvar su existencia como clases dirigentes.
Wells: Pero hubo no pocos abogados a la cabeza de la Gran Revolución Francesa.
Stalin: ¿Usted niega el papel de la intelligentsia en los movimientos revolucionarios? ¿Fue la gran Revolución Francesa una revolución de abogados y no una revolución popular que alcanzó la victoria mediante el alzamiento de vastas masas que abanderaron los intereses del Tercer Estado contra el feudalismo? ¿Los abogados entre los líderes de la gran Revolución Francesa actuaron de acuerdo con las leyes del viejo orden? ¿No introdujeron leyes burguesas nuevas?
La rica experiencia de la historia enseña que, hasta hoy, ninguna clase social ha cedido voluntariamente su lugar a otra clase. No existe tal precedente en la historia mundial. Los comunistas han aprendido esta lección de la historia. Los comunistas darían la bienvenida a esta salida voluntaria de la burguesía. Pero semejante curso de los acontecimientos es improbable; es lo que la experiencia enseña. Por eso los comunistas desean estar preparados para lo peor y convocan a la clase trabajadora para estar vigilante, preparada para la batalla. ¿Quién quiere un capitán que descuida la vigilancia de su ejército, un capitán que no entienda que el enemigo no va a rendirse, que debe ser aplastado? Ser semejante capitán significaría engañar y traicionar a la clase trabajadora. Por eso considero que lo que a usted le parece anticuado es, de hecho, una medida de conveniencia revolucionaria para la clase trabajadora.
Wells: No niego que la fuerza deba usarse, pero yo creo que las formas de la lucha deberían embonar lo más posible con las oportunidades presentadas por las leyes existentes que deben ser defendidas contra ataques reaccionarios. No hay necesidad de desorganizar el viejo sistema porque se está desorganizando por sí mismo. Por eso me parece que la insurrección contra el viejo orden, contra la ley es obsoleta; anticuada. De paso, exagero deliberadamente para señalar la verdad con más claridad. Puedo formular mi punto de vista de la siguiente manera: primero, estoy por el orden; segundo, ataco el sistema presente en la medida que no asegura el orden; tercero, creo que la propaganda de la lucha de clases podría alejar del socialismo justamente a la gente educada para ello.
Stalin: A fin de alcanzar un gran objetivo, un importante objetivo social, debe haber una fuerza principal, un baluarte, una clase revolucionaria. En seguida, es necesario organizar la asistencia de una fuerza auxiliar; en este caso esta fuerza es el partido, al cual pertenecen las mejores fuerzas de la intelligentsia. Justamente ahora, usted habla de “la gente educada.” Pero ¿cuál gente educada tiene usted en mente? ¿No hubo mucha gente educada de parte del viejo orden en Inglaterra en el siglo diecisiete, en Francia al final del siglo dieciocho y en Rusia en la época de la Revolución de Octubre? El viejo orden tuvo a su servicio mucha gente altamente educada que defendió el viejo orden, que se oponía a un nuevo orden. La educación es un arma cuyo efecto está determinado por las manos que la empuñan.
Desde luego, el proletariado, el socialismo necesita gente altamente educada. Claramente, los simplones no pueden ayudar al proletariado a pelear por el socialismo, a construir una nueva sociedad. Yo no subestimo el rol de la intelligentsia; por el contrario, lo enfatizo. La pregunta es, con todo, ¿a qué intelligentsia nos referimos? Porque hay diferentes tipos de intelligentsia.
Wells: No puede haber revolución sin un cambio radical en el sistema educativo. Basta con citar dos ejemplos: el de la República Alemana, que no tocó el viejo sistema educativo, y en consecuencia nunca se volvió una república; y el ejemplo del Partido Laborista Británico, que carece de la determinación para insistir en un cambio radical en el sistema educativo.
Stalin: Esa es una observación correcta.
Permítame responder a sus tres puntos.
Primero, lo principal para una revolución es la existencia de un baluarte social. Este baluarte de la revolución es la clase trabajadora.
Segundo, se requiere de una fuerza auxiliar que los comunistas llaman partido. Al partido pertenecen los trabajadores inteligentes y aquellos elementos de la intelligentsia técnica que están estrechamente conectados con las clases trabajadoras. La intelligentsia puede ser fuerte sólo si se combina con las clases trabajadoras. Si se opone a la clase trabajadora se vuelve una mera cifra.
Tercero, se requiere el poder político como palanca para el cambio. El nuevo poder político crea nuevas leyes, un orden nuevo que es revolucionario.
Yo no estoy a favor del orden en sí mismo. Favorezco un orden que corresponda con los intereses de la clase trabajadora. Si acaso algunas de las leyes del viejo orden pueden utilizarse en interés de la lucha por el nuevo orden, las viejas leyes deben utilizarse.
No puedo objetar su postulado de que el presente sistema debe atacarse en la medida que no asegura el orden necesario para el pueblo.
Y, finalmente, usted se equivoca si cree que los comunistas están enamorados de la violencia. Ellos estarían muy complacidos de abandonar los métodos violentos si las clases dominantes aceptaran ceder su lugar a las clases trabajadoras. Pero la experiencia histórica se pronuncia contra semejante aseveración.
Wells: Hubo un caso en la historia de Inglaterra, sin embargo, de una clase que voluntariamente cedió el poder a otra clase social. En el período entre 1830 y 1870, la aristocracia, cuya influencia era todavía bastante considerable a finales del siglo dieciocho, voluntariamente, sin una pugna severa, entregó el poder a la burguesía que fungía como respaldo sentimental a la monarquía. Subsecuentemente, esta transferencia de poder condujo al establecimiento del mando de una oligarquía financiera.
Stalin: Pero usted ha pasado imperceptiblemente de preguntas sobre la revolución a preguntas sobre la reforma. No son lo mismo. ¿No cree que el movimiento cartista jugó un gran papel en la Reforma de Inglaterra en el siglo XIX?
Wells: Los cartistas hicieron poco y desaparecieron sin dejar rastro.
Stalin: No estoy de acuerdo con usted. Los cartistas y el movimiento huelguista que organizaron desempeñaron un gran papel; empujaron a la clase gobernante a hacer cierto número de concesiones en lo referente al voto, a la abolición de distritos electorales torcidos, y con relación a otros puntos de la Carta.
El cartismo desempeñó un papel histórico nada desdeñable e impulsó a una sección de las clases gobernantes a hacer ciertas concesiones, reformas, para evitar grandes choques. Hablando de manera muy general, debe decirse que, de todas las clases sociales, las clases dominantes de Inglaterra, tanto la aristocracia como la burguesía, probaron ser las más inteligentes y más flexibles a sus intereses de clase desde la perspectiva del mantenimiento del poder. Tomemos un ejemplo de la historia moderna, la huelga general inglesa en 1926. La primera cosa que cualquier otra burguesía hubiera hecho frente a tal evento, cuando el General Council of Trade Unions convocó a huelga, hubiera sido arrestar a los dirigentes sindicales. No lo hizo. Procedió con astucia desde el punto de vista de sus propios intereses.
No puedo concebir semejante flexibilidad estratégica en la burguesía estadounidense, alemana o francesa. Con miras a mantener su mandato, las clases dirigentes de Gran Bretaña nunca se han rehusado a pequeñas concesiones, a reformas. Pero sería un error tomarlas como revolucionarias.
Wells: Usted tiene una opinión más alta de las clases gobernantes de mi país que yo. Pero ¿hay una gran diferencia entre una pequeña revolución y una gran reforma? ¿No es toda reforma una pequeña revolución?
Stalin: Debido a la presión desde abajo, la presión de las masas, la burguesía puede conceder a veces ciertas reformas parciales mientras permanece sobre la base del sistema socioeconómico existente.
Actuando de esta manera, calcula que las concesiones son necesarias para preservar su mandato de clase. Ésta es la esencia de la reforma. Revolución, sin embargo, significa la transferencia del poder de una clase a otra. Por ello es imposible describir cualquier reforma como una revolución. El cambio en los sistemas sociales sucede como una imperceptible transición de un sistema mediante reformas, por obra de concesiones de la clase dominante.
Wells: Estoy muy agradecido con usted por esta conversación que ha significado tanto para mí. Al explicarme estas cosas, probablemente vino a su memoria la manera en que tuvo que explicar los aspectos fundamentales del socialismo en los círculos clandestinos antes de la revolución. En la actualidad, hay sólo dos personas cuya opinión, cuyas palabras millones escuchan: usted y Roosevelt. Otros pueden predicar tanto como deseen; lo que digan nunca será impreso o atendido.
Yo no puedo apreciar todavía lo que se ha hecho en su país; apenas llegué ayer. Pero ya he visto los rostros felices de hombres y mujeres sanos, y sé que algo considerable se está haciendo aquí. El contraste con 1920 es impresionante.
Stalin: Mucho más podría haberse hecho si nosotros los bolcheviques hubiéramos sido más inteligentes.
Wells: No, si los seres humanos fuéramos más inteligentes. Sería bueno inventar un plan quinquenal para la reconstrucción del cerebro humano que obviamente carece de muchas cosas necesarias para el orden social perfecto.
(Risas.)
Stalin: ¿No se quedará al Congreso de Escritores de la Unión Soviética?
Wells: Desafortunadamente tengo numerosos compromisos por cumplir y sólo puedo permanecer en la URSS durante una semana.
Vine a verlo y estoy muy satisfecho con nuestra conversación. Pero pretendo discutir con tantos escritores soviéticos como pueda conocer la posibilidad de afiliarlos al PEN club. Ésta es una organización internacional de escritores fundada por Galsworthy; después de su muerte yo me convertí en presidente. La organización todavía es débil, pero tiene muchas ramas en varios países, y más importante, los discursos de los miembros son ampliamente difundidos por la prensa. Insisten sobre la libre expresión de las opiniones, aún de las opiniones opuestas.
Espero discutir este punto con Gorky. No sé si están listos para tanta libertad aquí.
Stalin: Nosotros los bolcheviques le llamamos autocrítica. Se usa ampliamente en la URSS. Si hay algo que pueda hacer para ayudarlo, me dará gusto.
Wells: Expreso mi agradecimiento.
Stalin: Expreso mi gratitud por la visita.