1. Cuál es el mejor relato corto de Navidad es disputable: “How Santa Claus Came to Simpson’s Bar”, de Bret Harte; “One Christmas”, de Truman Capote; “The Dead”, de James Joyce; y otros varios. La película no lo es: es A Christmas Carol en la versión de los Muppets.
2. Sobre la Navidad no se han escrito suficientes ensayos. Y la escasez de textos filosóficos sobre ella es una vergüenza para nuestro gremio.
3. Quienes piensan que la Navidad es una celebración necesariamente religiosa pensarán también que Halloween siempre se trató de pedir dulces, que los salarios deberían pagarse en sal, y que las quesadillas tienen que llevar queso; es decir, se han abandonado a un razonamiento etimológico, arqueológico o genealógico, en el mal sentido de estos términos. Esta idea no solo es falsa, sino que es reaccionaria: su prominencia entre los más conservadores se debe al éxito con el que las sociedades contemporáneas le han arrebatado la Navidad a la religión. Dice Hannah Arendt: “The secular meaning of the Christmas holiday is wider than the tenets of any particular religion: it is good will toward men—a frame of mind which is not the exclusive property (though it is supposed to be part, but is a largely unobserved part) of the Christian religion”.
4. Dos cosas que son bonitas en general pero más en Navidad: cocinar y viajar. Cocinar, sobre todo si no hay prisa; viajar, mayormente si se es huésped de amigos.
5. Aquellos que quieren dejar de humillarse a sí mismos en la vida a veces deben alejarse un poco de ella. Como aquel programa de computadora diseñado para ganar siempre en Tetris que, al enfrentar un escenario en el que inevitablemente perderá, pausa el juego indefinidamente, porque el que no juega no pierde. A diferencia de las celebraciones de Nochebuena, que tienden a ser gregarias, el día de Navidad —sea por resaca, empacho o flojera— provee sendas oportunidades para este retraimiento. Este es un remanente religioso de la Navidad en el mundo secular: el acto monjil de recogerse.
6. Se habla mucho de la crisis de la mediana edad y similares. Una crisis menos discutida es la de la primera Navidad que uno pasa solo. No únicamente lejos de su sangre: solo. Aunado a ello, más que Año Nuevo o el propio cumpleaños, Navidad es el peor día del año para llorar amargamente. Las ideas que uno tiene entonces pueden resumirse en un verso de Pablo de Rokha: “Yo soy como el fracaso total del mundo”.
7. Un pesimista vive con la siguiente doctrina sobre la realidad: “No hay sorpresas: todo es tan malo como me lo parece. Todo irá tan mal como pienso o peor”. Esta no es sino una versión radical y desesperanzada de la idea —aceptada, de facto, universalmente— de que la percepción es irrefutable. Por lo anterior, darle un regalo de Navidad a un pesimista no solo comporta una dimensión ética, sino que es un acto de hondura metafísica.
8. Algunos ánimos sensibles encuentran en la Navidad una ocasión para la melancolía, para tantear las oportunidades perdidas y la alegría dilapidada. No hay que abusar de esta disposición. Dijo Raymond Carver: “the soul is also a smooth son of a bitch, not always to be trusted. And I forgot that”. Para recordarlo viene bien fingir estar de buenas, así como los consabidos rituales de comer, beber y hablar. No hay sol que contra un pulgar pueda.
9. Me gusta usar “Es Navidad” como exhortación independientemente de si es Navidad o no (es más divertido si no lo es). Por ejemplo: intentar convencer a alguien de que se quede un poco más en un bar diciéndole que haga una excepción porque es Navidad, aunque estemos en junio. Esta exhortación, cuando de hecho sí se usa en las fechas correctas, me ha librado a mí y a mis seres queridos de multas de parquímetro y cosas semejantes. Solo hay un sitio en el que esta fórmula no me ha ayudado en nada: Uppsala, Suecia, cuando intenté entrar con comida que me habían regalado en la cena de Nochebuena a mi bar de siempre —de siempre— pero, como no se permitían alimentos de fuera, tuve que abandonarla en la nieve. Quiero, pues, dejar constancia de que, en mi corta vida, Uppsala es el único lugar del mundo en el que el excepcionalismo navideño —un pilar de la vida civilizada donde quiera que la Navidad se celebre— no tuvo cabida. Y si bien quizás es verdad que, en lo que respecta a la materia, natura non facit saltus, un mundo sin excepciones es un mundo sin amor.
10. La pregunta de qué hacía yo en un bar en Nochebuena es harto mezquina.
11. La causa última de la Navidad es soñar con el fin del dolor para la raza humana entera. El que aborrece la Navidad ama la muerte.
Imagen de portada
Nativity at Night de Geertgen toto Sint Jans, 1490