En el texto que da título a su libro de ensayos sobre poesía, The American Originality, Louise Glück alude al mito de que el territorio de América del Norte fue colonizado por inmigrantes ex convictos, excluidos, rebeldes y utopistas y que este coctel generó un país, Estados Unidos, caracterizado por la ambición, el desarraigo, la avidez por la novedad y la aventura. Por eso, agrega Glück mientras los ingleses suelen imaginarse a sí mismos como herederos de una larga tradición, los estadounidenses suelen considerarse siempre descubridores y padres fundadores. Así, el repudio al pasado, el culto al futuro, la pujanza, la asertividad, la autosuficiencia se reputan características casi exclusivas del ciudadano de ese país. Ciertamente, este mito de la originalidad americana es reductivo, pues se limita a considerar el concurso de determinado tipo de inmigración blanca, desdeña el aporte de la población nativa, afroamericana y de otras minorías y suele pervertirse en las expresiones de intolerancia, discriminación y expansionismo que tan poderosamente reaparecen ahora en la cultura y la política estadounidense.
Sin embargo, como demuestran los ensayos de Glück, el mito también se expresa de forma literariamente más virtuosa y renovadora en algunas grandes obras que se han engendrado en Estados Unidos. Cierto, los mitos se trasladan de manera diferente a la política y a la literatura. En política, el mito constituye un estereotipo impermeable, una camisa de fuerza para la individualidad, un dique para la disidencia y un instrumento predilecto para la narrativa, tan idílica como simplista, de los poderes populistas. Desde luego, el mito en literatura también puede degenerar en recetas para los creadores más convencionales. No obstante, cuando el mito conserva su distancia de la política y se reelabora en el campo de la imaginación crítica, tiende a volverse multivalente, abierto a la variación y la innovación. Por eso, muchas de las obras de exploración fundadoras de la literatura estadounidense, como la colonización del paisaje y la formidable egolatría de Walt Withman; el rigor gótico de Nathaniel Hawthorne; la invocación y desafió a las fuerzas más salvajes de la naturaleza de Herman Melville; la inmersión en los bosques y el magisterio inconformista de Henry David Thoreau; la suicida doma de los demonios interiores de Edgar Allan Poe; el descubrimiento del mundo subjetivo de Emily Dickinson o la introspección en el ente urbano de Henry James partieron de este mismo mito y lo transformaron en un artefacto libertario y de autoconocimiento y, también, contribuyeron a construir una paradójica tradición, un rico canon compuesto por obras furiosamente individualistas, radiantes de singularidad y autenticidad.
Arte en portada
Don't Matter How Raggly the Flag, It Still Got to Tie Us Together, Thronton Dial, 2003