REGISTRO DEL TIEMPO
4/12/2024

De la denuncia a la cancelación

Daniela Gallegos

El pasado 13 de octubre, el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) anunció que la obra “Extracto para un fracasado proyecto 2011-2024” de la artista argentina Ana Gallardo, sería retirada. Trataba sobre la experiencia que tuvo en un albergue llamado “Casa Xochiquetzal”, ubicado en la Ciudad de México, que da refugio a trabajadoras sexuales de edad avanzada. En la exposición “Tembló acá un delirio”, Ana Gallardo reunía sus trabajos de 20 años destinados a exhibir diferentes tipos de violencia a la mujer, desde la vejez, hasta la desaparición forzada. Era un acto de furia y resentimiento que pretendía activar el duelo mientras construía memoria. Pero fue con las palabras esculpidas en la pared que la indignación del público se hizo escuchar. Las paredes del MUAC se llenaron de consignas en contra de la artista: “Ana Gallardo, sal de tu burbuja” o “privilegiada”. El texto controversial es el siguiente:

Foto: Archivo| El Universal

Vivimos hoy en un contexto en el que no se permite hablar de las cosas a menos que sea para el gusto del espectador cuya opinión se disfraza con frecuencia bajo el estandarte de la defensa de los derechos humanos. Desde luego, con esto no pretendo restar importancia a los derechos humanos ni sostener que no debería haber límites a la expresión artística. Creo, sin embargo, que actualmente dichos límites están desdibujados y sólo promueven la polarización desviando el discurso hacia lo superficial. Se evade muchas veces lo desagradable y el horror de nuestra realidad. En este caso, la experiencia de envejecer en un albergue siendo una trabajadora sexual. La obra de Ana Gallardo es a mi parecer realista, expresa de manera literal lo que ocurre cuando se envejece, algo de lo que casi nadie habla. “Trabajadora sexual” es sólo un eufemismo para ocultar el horror de ser “puta” en este país y en el mundo. ¿Habrá que enterrar esas palabras y pretender que sustituirlo por “trabajadora sexual” vuelva su definición y su contexto menos terrible?

Ha sido y será un tema muy controversial establecer los aspectos que definen lo verdaderamente artístico distinguiéndolo de la mera pretensión. El debate en este caso no se centra en si la obra de Ana Gallardo debería ser considerada parte de esa definición. Más bien, la cuestión es si la expresión artística puede fungir como un medio de denuncia con la intención de contribuir a que no se perpetúen situaciones inaceptables.  

El 25 de noviembre se conmemoró el día mundial de la eliminación de la violencia contra la mujer. Aunque este tipo de conmemoraciones son importantes porque la no-repetición exige la memoria de los sucesos que pretenden erradicarse, creo que la construcción de esa memoria no puede hacerse evadiendo la crudeza de la realidad. No bastan unas luces naranjas en los edificios ni colocarse un moñito naranja en el saco para ir a trabajar. Hacen falta espacios en donde se exprese lo que ocurre sin adornos ni tapujos.

Me parece que, al contrario de lo que algunos creen, Ana Gallardo no quería revictimizar a las trabajadoras sexuales, sino, al contrario, visibilizar lo que les ocurre y hacer que sus voces, experiencias y vivencias más atroces lleguen a una sociedad que se preocupa más por estándares esnobs que divagan perdidos en la realidad doxástica y superficial, sin el menor interés de eliminar la violencia. Me parece absurdo afirmar que se cometió una violación en el MUAC y más todavía decir que la obra tenía la pretensión de divertir a las personas. No concibo cómo se puede afirmar que esto es un crimen de lesa humanidad. ¿Por qué no se le acusa de esto mismo a los violentadores de estas mujeres, al Estado, a la sociedad misma? ¿No somos todos parte de ella? ¿No seríamos cómplices? Eso sí me parece un crimen. Los ataques contra Gallardo se esconden bajo las ya desdibujadas definiciones de “víctima”, “revictimización”, “feminismo”, “derechos humanos”. No se puede negar que las trabajadoras sexuales son víctimas, pero ¿cómo hablar de violación sin la violación misma? ¿Cómo denunciar la afrenta moral a la dignidad humana sin mostrar la crudeza de aquello que se denuncia?

La cancelación de la obra de Gallardo fue un intento de huir del repudio que nos causa experimentar de manera indirecta el malestar que viven las trabajadoras sexuales. Aunque pueda entenderse esa repulsión a lo desagradable, creo que nuestra sociedad ha llegado a un extremo en que se pretende exigir la cancelación de las cosas bajo el pretexto de proteger a las víctimas sin darse cuenta de que la invisibilización de este tipo de expresiones es una forma de olvidarse de lo que viven. No es posible suavizar la realidad si es que en verdad se pretende construir una memoria necesaria para evitar la repetición de crímenes e injusticias. Me decía un amigo que la cancelación de la obra probaba el punto de lo que estaba tratando de expresar Ana Gallardo: retirarla es la prueba de que para algunos conviene más invisibilizar el horror que viven las trabajadoras sexuales.

Imagen de portada
Caleidoscopio, Bertina Lopes, 1998

Suscríbete a nuestro newsletter y blog

Si quieres recibir artículos en tu mail, enterarte de nuestros próximos lanzamientos y apoyar nuestra iniciativa, suscríbete a nuestro boletín mensual para que lo recibas en tu correo.
¡Gracias por suscribirte!
Oops! Hubo un error en tu suscripción.