En 2014, Jean Robert (1937-2020) y Gustavo Esteva (1936-2022) dialogaban buscando una clave para explicar la necesidad de las tecnologías alternativas o apropiadas como remedio a la dependencia mental que genera el mercado y sus mercancías. Jean Robert encontró el término de “sinergia positiva”, una experiencia gravemente amenazada por el desarrollo descomunal de lo que él e Iván Illich llamaron “el sistema”. Estos apuntes que envió a Esteva son esbozos de reflexiones que se encontraban ya en su libro Los cronófagos. La era de los transportes devoradores de tiempo (1981; Itaca, México, 2021) y que más tarde desarrollaría en el capítulo IV, “Sistemas… en la cabeza”, de su último libro La edad de los sistemas en el pensamiento del Illich tardío ( Itaca, 2022).
No todo es malo
En la sociedad industrial como decía Michel Foucault “no todo es malo, pero todo es peligroso”. Uno de sus peligros mayores es que nos haga perder nuestra autonomía. Sin autonomía no hay ética y, por supuesto, no hay verdadera política. Por ello, si queremos liberarnos de los poderes avasalladores del sistema industrial no se requiere echar por la borda todos sus inventos. Se trata más bien de desmantelarlos y de volver a armar algunos de ellos en sorprendentes combinaciones con técnicas tradicionales y vernáculas.
Las tecnologías alternativas
El padre de la tecnología alternativa o apropiada, Ernst Fritz Schumacher, no hizo otra cosa. Por ejemplo, propuso combinar las carretas tradicionales de la India con un invento de la alta mecánica moderna, el balero. Equipando carretas tradicionales con baleros, Schumacher generó un artefacto técnico nuevo que combina los saberes técnicos tradicionales y locales con la eficiencia de un dispositivo mecánico moderno.
Una “síntesis dinámica”
En este sentido, combinar es volver compatibles y hacer colaborar productos de la artesanía vernácula con un ingrediente moderno. Yo prefiero usar una palabra moderna de origen griego que significa colaboración: sinergia, que puede entenderse también como síntesis dinámica. Una sinergia puede ser tan fuerte que engendre literalmente un nuevo ser, no exactamente tradicional, ni tampoco “moderno” en el sentido de negador de lo tradicional que ha adquirido esta palabra. Schumacher habló primero de tecnología intermedia (entre tradición y modernidad), pero como esa palabra evocaba una yuxtaposición más que una síntesis. No tardó en acuñar los términos de tecnología apropiada y tecnología adecuada. Hoy hablamos también de tecnología alternativa o T.A. Bien usados, ésos términos no designan la voluntad de “hacer lo mismo con otros medios” (por ejemplo accionar coches con energía solar) sino de “hacer otra cosa, de otra manera”.
La búsqueda de lo apropiado es una forma de búsqueda de la belleza social
La belleza es armonía y proporción, proporcionalidad. Iván Illich escribió al respecto:
Para mí, la belleza social existe allí donde los elementos materiales de una cultura son de un tamaño adecuado para la complementariedad concreta basada en el género. El medio debe permanecer dentro de los parámetros de tamaño que corresponden a su forma (en griego, morphè) (Ivan Illich, “El género vernáculo”, Obras reunidas, vol. II, México: Fondo de Cultura Económica, 2008, p. 247, 248, nota 62 sobre Morfología social).
Sinergia positiva
En griego, el prefijo auto- significa por sí mismo y el contrario de autónomo es heterónomo, de heteros, otro. La palabra nomos designa la regla, la norma, la ley, así que es autónomo quien sigue su propia regla o ley y heterónomo quien se somete a la ley de otro(s).
Creo que un poco de sumisión a la ley de otro, es decir a la heteronomia duplica lo que es posible hacer o lo que en una comunidad es posible hacer autónomamente. De ser el caso, podemos hablar de una buena sinergia entre potencias autónomas y poderes heterónomos.
Llamemos sinergia positiva a la buena combinación o sinergia de autonomía y de heteronomía. El usuario de una bicicleta usa un producto de la gran mecánica del siglo XIX para decuplar el poder de sus piernas. Gracias a este elemento heterónomo se aumenta el radio de acción de su autonomía.
Sinergia negativa o contra-productividad
Por desgracia, la sinergia entre autonomía y heteronomía también puede ser negativa. Eso sucede cuando el ingrediente heterónomo estorba y acaba paralizando la autonomía volviendo a sus usuarios totalmente dependientes de él. En vez de hablar de sinergia negativa, también podemos hablar de contraproductividad.
En su conjunto, el sistema industrial es altamente contraproductivo: paraliza nuestra autonomía haciéndonos dependientes de él. Es esta dependencia la que hay que romper. Querer romper esa relación, no es necesariamente ser luddita (destructor de máquinas).
Buscar la sinergia positiva
Habría que pensar en formas de sinergia entre la autonomía y la heteronomía que aumenten el radio de acción autónomo de las personas y de las comunidades. }
Dice Iván Illich en la Convivencialidad (op. cit.) que sólo tienen derecho a desear la transición del orden industrial a una sociedad convivencial “los que saben que la organización industrial dominante está en vías de producir sufrimientos aún peores, so pretexto de aliviarlos”. Esa transición exige una renuncia general a la ilusión que sustituye la preocupación por lo prójimo, es decir lo más próximo, por la insoportable pretensión de organizar la vida en las antípodas. (Ivan Illich, La convivencialidad, México: Posada, 1978 [1973], reproducido en Obras reunidas).
La miseria como horizonte de la mercado-dependencia o heteronomía económica
En términos de antropología económica, la autonomía se llama subsistencia y la heteronomía, economía.
Es de temer que en el curso de los próximos meses o años los economistas, las instituciones financieras internacionales y los gobierno que capitulan frente a sus falsas certezas propongan al mundo un juego mortal: erradicar los últimos nichos de subsistencia pura y, con ello, la parte de sinergia que hay entre subsistencia y economía para volver a las mujeres y hombres totalmente mercado-dependientes. La experiencia de la catástrofe de siete decenios de Desarrollo demuestra con toda certeza que, más allá de cierto punto, la mercado-dependencia es cultural y físicamente letal: causa un gigantesco etnocidio y arroja a la miseria a los que arrancó de su subsisencia sin que el mercado pueda jamás cumplir su promesa de alimentarlos mejor.