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Caminos hacia la paz
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Reseña

Read Dangerously: la literatura como subversión

Ivonne María Acuña Macouzet
Reseña

Nafisi, Azar, Read Dangerously: the Subversive Power of Literature in Troubled Times, Nueva York, Dey Street Books, 2022, 225 pp. 


En una época marcada por la aceleración social, las redes sociales y el consumo masivo de información, la literatura suele ser vista como un pasatiempo, una forma de distracción inofensiva que interesa a una minoría. La pirámide de Maslow nos ha dejado en claro nuestras necesidades y prioridades, y el arte no es ninguna de ellas. En Read Dangerously: the Subversive Power of Literature in Troubled Times, la escritora iraní Azar Nafisi nos muestra lo contrario: la literatura es necesaria para la sociedad. En cinco conmovedoras cartas dirigidas a su padre, Nafisi entabla un diálogo entre los diversos sucesos que vive en Estados Unidos, como la pandemia por el COVID-19 o la marcha Black lives matter, y obras de diversos autores como Rushdie, Bradbury, Grossman y Atwood. Con la mirada crítica que le formó su vida en la República Islámica de Irán, Nafisi muestra cómo necesitamos escribir y leer para mantener una democracia vigorosa, especialmente en momentos conflictivos y en lugares con gobiernos totalitarios o con discursos políticos que buscan separar y generar resentimientos en la sociedad. 

Read Dangerously es visto por la autora como el cierre de un cuarteto de libros, en el cual están That Other World, Leer Lolita en Teherán, y The Republic of Imagination. Si bien no es necesario haber leído sus otras obras para entender Read Dangerously, lo cierto es que Leer Lolita en Teherán nos ayuda a comprender la experiencia que tuvo Nafisi al vivir en Teherán y las dificultades a las cuales se enfrentó enseñando literatura inglesa en una universidad donde textos clásicos como El gran Gatsby o Lolita eran censurados. Tener en mente su actividad docente en Irán, enriquece la lectura de Read Dangerously. En Leer Lolita en Teherán Nafisi relata cómo organizó un grupo clandestino de mujeres que se reunía a leer literatura prohibida. Y, sin duda, ello la marcó profundamente y esclarece algunos de los referentes que aparecen en las cartas a su padre. 

Hay diversas ideas que Nafisi busca transmitir en ellas, pero una de las que más enfatiza es que la literatura contribuye a la construcción y fortalecimiento de la democracia. Si bien la lectura no es un acto político de la misma manera que puede ser participar en una marcha o votar, la buena literatura genera cambios en nosotros que tienen alcances políticos, en buena parte, porque la literatura puede hacer que escuchemos a aquellos con quienes estamos en desacuerdo. La buena literatura, no la moralizante ni la panfletaria, nos impide hacer caricaturas de aquello que el lenguaje político se empeña en llamar “enemigo” y nos hace ver los claroscuros de cada personaje, volviéndolos de carne y hueso, y haciéndonos entender las complejidades de la naturaleza humana. En palabras de Nafisi, los regímenes totalitarios son enemigos de lo complicado, de lo ambiguo. Son regímenes que convencen a sus víctimas de que el mundo es blanco o negro (p. 150). Cuando reducimos a otro ser humano a un “enemigo” simple, como algo absolutamente opuesto a nosotros, y proyectamos en él o ella nuestro odio y nuestros miedos, en ese momento nos deshumanizamos a nosotros mismos y se pierde toda esperanza de diálogo, de confrontación y crecimiento. La democracia depende de este diálogo. Necesitamos libertad de expresión, pero de nada sirve si no estamos dispuestos a leer con seriedad las ideas distintas a las nuestras y a comprender que ese otro tiene motivos para actuar y hablar como lo hace. 

Además de ayudarnos a mantener vivo el diálogo entre ciudadanos y a comprender diferentes realidades, Nafisi reconoce bien la importancia del relato en la sociedad y resalta que reescribir nuestras historias puede salvarnos de victimizarnos. De la mano de la simplificación del enemigo está nuestra propia simplificación: permitir que se nos reduzca a un personaje pasivo carente de poder. Al sumergirnos en las dinámicas de nuestros “enemigos” nos volvemos la otra cara de la moneda. La deshumanización y simplificación del otro conlleva la propia. Contar nuestros propios relatos, saber que hay poder en nosotros y tenemos herramientas para salir del control que las personas desean ejercer sobre nosotros, es negarnos a ser vistos y definidos únicamente a través de los ojos de otros, negarnos a ser deshumanizados y apropiarnos de nuestra historia (pp. 113-16).

Finalmente, el relato no es sólo contar la historia desde otra óptica o hacer una “versión de los vencidos”. Es también involucrarnos en un acto de imaginación. No debe sorprendernos, por lo tanto, que la autora de La república de la imaginación sostenga la importancia de poder imaginar otras realidades. También para eso sirve la literatura, para no conformarnos con este mundo y poder imaginar otros modos de relacionarnos y vivir. La literatura, nos permite salir de la polarización que nos ha encerrado y así pensarnos a nosotros y a los otros desde nuevas perspectivas.   

A lo largo de sus cartas, Nafisi advierte que los peligros del totalitarismo están presentes en todas las sociedades, no importa lo aparentemente seguras o democráticas que sean. Por eso nos exhorta a no caer en dinámicas que impidan el diálogo entre los ciudadanos y nos permitan simplificar la realidad, volverla carente de contradicciones, de líneas borrosas y espacios grises. Y, por encima de todo, nos llama a no dar por sentadas nuestras libertades. Todas las sociedades necesitan diálogo y conversación, todos necesitamos literatura subversiva.  

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