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Caminos hacia la paz
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Reseña

La Doncella del Verbo

Fernando Caloca Ayala
Reseña

Soriano Vallès, Alejandro, Sor Juana Inés de la Cruz. Doncella del Verbo, Secretaría de Cultura y Deporte del Gobierno del Estado de México/Jus, libreros y editores SA. de CV., 2020, 531 pp.


Entre Alfonso Méndez Plancarte, que publicó las Obras Completas de Sor Juana Inés de la Cruz en 1951 y Alejandro Soriano Vallès (1960), que hace la más completa biografía de la Doncella del Verbo (2020) se tiende un puente sólido de muy diversos estudios sobre la Décima Musa y la comprensión de la trascendencia de la época colonial en la historia de México. Esta biografía, de preeminencia historiográfica y espiritual, consta de 31 capítulos, dos apéndices, más de mil notas, fuentes citadas y agradecimientos. 

Después de una primera versión aparecida bajo el sello de la editorial sonorense Garabatos, se presenta esta coedición, corregida y mejorada, con las últimas novedades en torno a la vida y obra de la que fuera una niña de Nepantla. El autor gasta su tinta para hacerle frente a la ideología feminista y a los exégetas anticlericales para proponer, de manera reiterada, la tesis de que Juana Inés, antes que poeta, fue religiosa; antes que “Musa Décima, Doncella del Verbo” (p.326). Los conventos de mujeres afirman, fueron “poderosos reactores espirituales” en la Nueva España, que la ideología feminista no acierta a comprenderlos y frecuentemente distorsiona su sentido y su existencia. Si le quitamos al monacato femenino novohispano el contexto histórico de un monasterio como el de San Jerónimo, con más de ochenta religiosas. Si desconocemos la realidad de lo que fueron estos espacios de caridad y esperanza: lugares, en buena medida, para dar gloria a Dios a través de la oración, la contemplación, el cuidado del culto divino y el bienestar a la sociedad, se pierde de vista la verdadera naturaleza de la obra de la Fénix de México. Sor Juana no sólo fue una mujer notable y reconocida, sino también una mujer católica y perseverante en su camino espiritual. 

Al despojar a Sor Juana de todo eso, la crítica feminista ha hecho con ella lo que Chesterton dijo del cristianismo: si le quitamos lo sobrenatural lo único que queda es lo antinatural.

La otra nota que se reitera incansablemente a lo largo de las 336 páginas de texto es la defensa a ultranza del clero novohispano. La exégesis anticlerical, la crítica jacobina iniciada por Octavio Paz, ha creído que los hombres del clero de su época le hicieron la vida imposible a esta monja “rebelde y subversiva.” Nada más alejado de la realidad histórica. El autor demuestra de manera consistente que no había ninguna animadversión hacia ella. Los clérigos que la conocieron la amaron y celebraron su ingenio, virtud y anhelo de perfección espiritual. A decir del autor, ninguna novela histórica de los últimos 20 años le ha hecho justicia a la verdad documentada de esta “monjita que dedica sus días a orar, sacar cuentas, ayudar a los demás, estudiar y ocasionalmente escribir poesía” (p.461). Presentarla como rebelde, revolucionaria o incomprendida vende, pero no honra la verdad de su vida. Sólo hay dos fuentes primigenias para conocer a la Minerva Americana: La Respuesta a Sor Filotea, escrita por la propia Sor Juana y Fama y obras póstumas del Fénix de México, escrita por el jesuita Diego Calleja. “Además de estos documentos, —dice Soriano— poseemos un puñado de títulos legales, cartas, manuscritos y diversos testimonios, ora de contemporáneos de la religiosa, ora de miembros de generaciones posteriores (en especial, de la primera mitad del siglo XVIII) que oyeron hablar de ella cuando aún estaba fresca su memoria” (p.31). De estas otras fuentes sabemos, por ejemplo, que Sor Juana supo que era hija natural, que en su vida seglar se la llamaba “doña Juan Inés de Asuage” (p.31) y que tuvo conexiones políticas y sociales importantes, gracias a su familia.

Poeta, desde la más tierna infancia, su más auténtica pasión “no fue escribir poesía, sino estudiar” (p. 55). “Sabía con Aristóteles que Dios no creó arquetipos, sino seres, y acompaña a san Francisco en la certeza de que éstos eran, como hijos de un mismo Padre, sus hermanos” (p. 188). Soriano Vallès, además está convencido de que “Sor Juana Inés de la Cruz, Doncella del Verbo, ascendió la vía que la llevó, por grados, del apego a la erudición al de la ciencia y, finalmente, al de la sabiduría. Prolegómeno y augurio de todo ello es su obra maestra: Primero Sueño” (p.168).

Fiel al oficio de historiógrafo, Soriano Vallès ha ido publicando diversos estudios rigurosos en que cita y reclama que se le reconozcan ciertos descubrimientos y gozosos hallazgos sobre las falsas polémicas desatadas en torno a su amada Sor Juana. Algo raro, sin embargo, sucede cuando la lectura en torno a las sutilezas se aprovecha como oportunidad para ostentar una militancia. Así, publica, como apéndices, el Memorial y Licencia para llevar a cabo el orden del hábito de bendición, la Carta de Puebla y la Carta de San Miguel; documentos que muestran a Manuel Fernández de Santa Cruz, obispo de Puebla, aconsejando y exhortando a Sor Juana a ser teóloga. Dichos documentos le sirven para afirmar que son falsas y no documentadas las aseveraciones acerca de que el obispo y otras autoridades eclesiásticas quisieron reprimir, disminuir o incluso prohibir el ejercicio intelectual y espiritual de la monja docta. Soriano ha defendido en otras publicaciones que ella donó su biblioteca personal, no se la quitaron, como afirman afamados sorjuanistas. Reconoce a Jesús Joel Peña Espinosa, Joaquín Antonio Peñalosa y Tarsicio Herrera Septién, entre otros, el esfuerzo por recuperar el verdadero lugar que ocupó la Fénix Americana en el concierto novohispano. La Carta Atenagórica, leída como un ejercicio hermenéutico moderado representa la mejor muestra del respeto de quienes la trataron, la quisieron, la admiraron, la guiaron, la aconsejaron, la dieron a conocer, y la acompañaron durante el tiempo que la conocieron. 

El lector podrá sentirse desorientado, incluso abrumado por la nutrida información de este libro, si cae en la tentación de leer, como yo lo hice, el cuerpo del texto al mismo tiempo que las notas que se encuentran al final. Lo mejor, quizás, será leer el texto de corrido y dejarse guiar por la intencionalidad espiritual del autor que, sin duda, ama fraternalmente (como lo hiciera Alfonso Méndez Plancarte) a esta Doncella del Verbo. Después, al revisar las notas uno podrá darse cuenta de la profusa investigación que respalda sus aseveraciones. Sea lo que sea, ambas lecturas, pese a lo farragoso que puedan ser y a condición de que hagamos caso a santa Teresa de Ávila cuando afirma que “la paciencia todo lo alcanza”, se vuelven fascinantes porque nos ayudan a precisar y aclaran la verdad de lo que realmente sucedió en el mundo y la experiencia de vida de Sor Juana. 

Quizá, en mi humilde opinión, el defecto del libro, sea, por un lado, querer poner en su lugar a “los radicales y criptohermeneutas” que han desfigurado la memoria de Sor Juana, gloria de la Nueva España y, de paso, a la Nueva España. Por otro, el academicismo que hace repetitivo y farragoso el repaso biográfico. Si en lugar de poner demasiado énfasis en las querellas las hubiera atenuado, Soriano Vallès nos acercaría más a la vida y obra de una figura tan significativa para la historia de México. Pese a ello, este nuevo y completo acercamiento a la vida y la obra de Sor Juana, nos permite valorar la compasión del personaje, nacida de una bella y verdadera espiritualidad cristiana. Invito a que se escriba, para los niños y jóvenes de México, una versión breve que acerque, inspire y hable de esta espiritualidad vital de Sor Juana Inés de la Cruz.


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