Calvillo, Tomás, Cartas Secretas 1862-1863, El Colegio de San Luis, México, 2024, pp. 142.
Hoy nos convoca un viaje, pero no uno cualquiera, sino uno que nos lleva por una faceta poco explorada de ese gigante llamado Benito Juárez. Cartas Secretas 1862-1863 de Tomás Calvillo Unna no es, en este sentido, simplemente un relato, sino también un testimonio de la intriga, la resistencia y las alianzas tejidas entre bambalinas mientras el país pendía de un hilo.
Con esa habilidad única para dar voz a los documentos, Calvillo nos revela cómo las plumas afiladas de los liberales potosinos tejían estrategias mientras el eco de los pasos de Juárez se acercaba a la ciudad. Cada carta es la pieza de un rompecabezas donde el futuro de México no era una certeza, sino una constante negociación con el caos.
Imaginemos por un momento aquellos días. San Luis Potosí a la vez que una ciudad, era el escenario de conspiraciones, lealtades fluctuantes y decisiones que pudieron haber llevado al país en cualquier dirección. En este escenario la llegada de Juárez más que un evento político era un símbolo de esperanza para unos y amenaza para otros. En las cartas que Calvillo nos presenta están los miedos, las ansias y los sueños de hombres y mujeres que sabían que la patria que imaginaban era aún una quimera, pero que estaban decididos a luchar por ella.
Tomás nos guía a través de este período crucial con la precisión de un cirujano y la pasión de un historiador comprometido con su tiempo y su tierra, porque Cartas Secretas es historia y reflejo de los dilemas que aún nos persiguen. ¿Quiénes somos como nación? ¿Qué alianzas forjamos y qué traiciones somos capaces de soportar?
Este libro, publicado originalmente en 1990 y ahora reeditado, tiene una resonancia que trasciende sus páginas. Nos recuerda que la historia no está muerta, que sigue viva en cada rincón, en cada archivo polvoriento, esperando ser contada y reinterpretada. Y eso es lo que hace Tomás Calvillo, nos invita a mirar el pasado para comprender mejor el presente y, tal vez, con un poco de suerte, vislumbrar el futuro. Debemos, por lo tanto, entender esas cartas, cuestionarlas y sentir cómo la tinta de hace más de 150 años sigue manchando y haciendo ruido en las entrañas de nuestra historia compartida.
El libro de Tomás Calvillo es así un fascinante entramado de historia, narrativa y reflexión, respaldado por un prólogo de Lorenzo Meyer que sitúa al libro como una obra indispensable para quienes desean asomarse a la convulsa realidad del México del siglo XIX. Con la voz de un cronista hábil y agudo, y una pluma que no teme al filo de los detalles, Tomás nos lleva de la mano por los laberintos de San Luis Potosí, un territorio que más que una simple ubicación geográfica, fue un epicentro de conflictos, de intersección de resistencias y tensiones que resonaron en toda la nación.
Como si entre las páginas se tejiera un mosaico vivo, Tomás nos permite explorar no sólo las decisiones políticas y militares que marcaron ese período, sino también las intrincadas relaciones sociales y culturales que moldearon la identidad del estado. Es aquí donde resuena la esencia de un texto que salta de la línea documental al relato lleno de vigor, donde las clases populares y las estrategias guerrilleras cobran protagonismo. Calvillo nos recuerda que la historia no sólo se cuenta desde el centro del poder, sino desde el barro, la sierra y las trincheras.
Al mismo tiempo, las páginas están atravesadas por una delicadeza que entrelaza la narración histórica con una profunda reflexión sobre la construcción de la identidad nacional, esa que nace en medio de la adversidad.
El libro no se limita a narrar los eventos desde una óptica tradicional. La riqueza documental utilizada por Tomás, cartas, decretos, testimonios nos presenta un panorama multifacético. Desde las pugnas internas del liderazgo liberal, como las provocadas por Vicente Chico Sein, hasta la resistencia en las montañas potosinas liderada por figuras como Tomás Mejía. se muestra cómo los conflictos locales fueron un microcosmos de las tensiones nacionales. Todo esto se cuenta con una precisión envidiable y con una profundidad que refleja la sensibilidad analítica de una pluma excepcional.
La obra también es un espejo para reflexionar sobre la constante pugna entre centralismo y federalismo, un debate que atravesó el siglo XIX mexicano como una herida abierta. Las correspondencias entre Juárez y los actores y líderes locales de San Luis Potosí no sólo documentan decisiones estratégicas, también exponen las fracturas internas de un grupo liberal que buscaba equilibrar el poder en un país constantemente tambaleante. Estos intercambios, rescatados por Tomás, son un recordatorio de que las grandes decisiones nacionales siempre estuvieron condicionadas por los actores locales.
Como lector, encontrarse con un San Luis Potosí que es escenario y protagonista, es descubrir un espacio donde las luchas de las comunidades locales, las élites económicas y las imposiciones de gobernadores forman parte de una narrativa más amplia sobre la consolidación del Estado mexicano. El análisis de Tomás evoca una obra que combina rigor académico con atractivo literario.
En definitiva, esta no es sólo una obra sobre San Luis Potosí o sobre un episodio de la historia nacional, es un espejo que nos invita a mirar más allá, a conectar las luchas del pasado con los desafíos del presente. Al final, el libro nos ofrece un mensaje claro: la historia es un caleidoscopio de perspectivas que, cuando se miran juntas, revelan la complejidad de lo que somos como nación.
Para académicos, lectores curiosos y apasionados por el pasado, este es un texto que debe ocupar un lugar especial en cualquier estante. Una obra que podría calificarse como "pólvora fina" y describirse como “la historia que se susurra desde las entrañas del tiempo”.