¿Es posible ser libre en un mundo social? Si la respuesta es no, entonces ¿la maldad es creada y corregible? Bueno, las palabras no son tan simples como esto. Cuando intentamos definir o explicar un concepto, lo que estamos haciendo realmente es seguir una regla, una definición. Tomemos por ejemplo la palabra «amor», podemos fácilmente ver que cuando hacemos uso de ella, no será lo mismo decir amar a Dios, amar a tu pareja o amar tu nueva computadora. Aunque el concepto se usa de maneras relativamente semejantes, la forma de vida, el contexto cambia, y por lo tanto el significado también. Aunque hay algo en común entre el amor religioso y el que se le tiene a la pareja, como pudiera ser el cariño, podemos decir que la irrenunciabilidad es característica del lenguaje religioso, mientras que la sexualidad del romántico. En investigaciones filosóficas Wittgenstein hace un símil con los juegos: existen cosas en común entre la mayoría de los juegos, el divertirse, por ejemplo. Sin embargo, existen juegos de mesa, juegos de rol, deportes, y hasta algún juego no divertido como la ruleta rusa. Los juegos, como el amor, son semejanzas de familia, existen rasgos en común, pero no es algo que podamos señalar y decir «Esto y únicamente esto es un juego» no hay una correspondencia con la realidad, sino que es el uso el que le dará vida a la palabra.
Entonces cuando hablamos de libertad debemos dar cuenta de cómo estamos usando la palabra. Una manera de plantear nuestra libertad es a partir de los dilemas morales, estos suceden cuando nos planteamos una problemática de índole moral, no utilitaria. La motivación para planteárselo debe de ser personal, no puede haber motivación externa y la única recompensa sería la sensación de haber hecho el bien. Podríamos argumentar que, bajo esta manera de ver la moral, somos libres, a final de cuenta, si no tomamos nuestra decisión con fines externos. Pero esto no termina ahí, porque para poder plantearse estos dilemas tienes que haber aprendido un lenguaje de la moral. Cómo puedes decidir lo que es bueno, si no has aprendido lo que significa fuera de lo material. Bien podrías decir que lo bueno es ganar mucho dinero, o cuidar de tus padres, o no meterse en problemas con otras personas. Todos estos son usos materialistas de lo que es ser bueno, pero nada nos explica lo que es lo bueno en-sí. Hasta que aprendes un lenguaje de la moral, ya sea a partir de la religión o de otros ámbitos de la espiritualidad, no puedes plantearte dilemas de índole personal. Necesitas una serie de principios morales.
Un principio moral es una regla, las diferencias que pueden existir en distintas culturas son reglas constitutivas de distintas formas de vida. Imaginemos un ejemplo, tenemos un partido de fútbol, en este puede haber reglas regulativas como tirar el volado antes del juego, estas no afectan directamente al juego y bien podrían ser sustituidas por un ¡chin chan pu! Sin embargo, existen también reglas constitutivas que tienen un papel esencial en el juego, como que no se le puede pegar al balón con la mano, si esto pasara, probablemente dejaría de ser fútbol y lo llamaríamos algo más. Por supuesto que la regla se puede romper, y el castigo dependerá de cada juego. Sin embargo, si tocas el balón con la mano y el árbitro decide dejarlo pasar, no es una interpretación de la regla, sino un rompimiento de ella, te habrás salido con la tuya o la regla habrá cambiado. Por eso no se puede seguir o romper una regla de manera «privada», o sea romper una regla dentro de nuestra mente, de lo contrario ¿cómo podríamos diferenciar que alguien deseó por un momento que una persona estuviera muerta a realmente actuar para que esto pase? Si nos basáramos en lo interno, veo muy poco probable que alguien no sea malo, que no haya tenido pensamientos de maldad. Las reglas se siguen socialmente, por lo tanto, no podemos hablar de máximas morales para toda la humanidad. Los principios morales son reglas constitutivas específicas a una forma de vida.
Ahora bien, esto puede ser problemático, por ejemplo, si una persona que pertenece a una forma de vida fascista planteara en sus dilemas sus principios morales, podría estar seguro de estar actuando correctamente, incluso cuando alguien más lo vea como una atrocidad. No podemos poner en una escala de malo a bueno los principios morales de cada forma de vida, sería como comparar una jugada de ajedrez con una de damas chinas, son juegos distintos. Existe un problema en esto, ya que queda la pregunta ¿Todo debe ser permitido? Bueno es claro que no, como ya se dijo antes, los principios morales son reglas, y se juzgan según la forma de vida que conforman. Al ser reglas constitutivas la ruptura o transgresión de ellas significa una transgresión a todo el juego. La vida en comunidad, la cultura, debe tener una serie de costumbres, es una condición para vivir en ella; reglas, que se siguen no necesariamente por una cuestión de hegemonía sino por acuerdo mutuo (No puedes esperar que se te permita golpear a alguien en un partido de fútbol, sin embargo, en el box es bienvenido).
Al plantearnos un dilema actuamos según nuestros principios morales, que fueron establecidos socialmente, en este sentido no somos completamente libres. No obstante, es distinto actuar por conveniencia que, por un sentido de vida. Cuando uno es capaz de plantearse dilemas morales está ejerciendo un tipo de libertad, si no absoluta, sí individual. Los actos malos pueden encarnarse. Dañar a una persona se vuelve constitutivo de tu ser, y si bien puede existir la redención, tendrás que renunciar a la maldad que ahora te constituye. Lo más que puede hacer uno es actuar coherentemente con sus propios principios, sin fines externos. Podemos decir entonces que cuando hablamos de libertad estamos haciendo usos distintos de la palabra, y será necesario ver dentro de qué juego de lenguaje estamos diciendo que somos libres.