La palabra “jarra” viene del árabe djarrah; por más que busqué, no encontré su significado. Supongo que desde su aparición nombra un recipiente de boca y cuellos anchos, con una o dos asas, utilizado para contener líquidos, aunque el DRAE insista en que debe ser de barro cocido. Al ser un recipiente, representa generalmente a lo femenino. Soñar con una llena de agua es símbolo de tranquilidad, modestia y todos aquellos elementos que hacen la vida más apacible, pero soñar con una jarra vacía significa que tu vida ha llegado a su fin. Ahora bien, si andas en jarras, no es que andes de fiesta, sino que estás parado con las manos en la cintura y los brazos separados del cuerpo; si jarreas, metes y sacas una jarra para sacar un líquido; si eres jarrón, eres una jarra grande; si jarreta, una pequeña; si te dieron un jarrazo, te golpearon con una; si eres jarrero, eres una persona que las hace; pero si eres de plástico azul con tapa blanca, te caben dos litros y estás en el cuarto de la tele de mi casa durante el día y sobre mi buró durante la noche, eres el objeto más usado, tocado, movido, lavado, llenado, vaciado y silenciosamente apreciado que poseo.
De hojas grandes de árbol a cestas tejidas con ellas; de conchas de tortuga y pezuñas de búfalo, a bolsas cosidas con su piel curtida; de madera, a caolín secado al sol, a la arcilla y al barro cocido; de la cerámica, al metal; del vidrio, al plástico… y a mi jarra azul con tapa blanca que está en el cuarto de la tele.
De simple vasija en forma de cuenco, a las enócue con asa vertical y largo pico vertedor de las culturas mediterráneas; a las olpe fenicias de panza caída y sin asas, a los cántaros ovoides que, además de agua, conservaban documentos; a las laginas griegas y romanas de cuello alto y estrecho con pequeña boca circular sobre un cuerpo ancho y bajo con asa vertical; a las jarras de cuatro picos murcianos; a las jarras de cerveza germánicas con tapa… a mi jarra azul de cuerpo cilíndrico con asa y tapa blanca que está en el cuarto de la tele.
De la sobrevivencia a la observación. De la observación a la imaginación. De la imaginación a la creación y la expresión artística. De la creación a la economía, a la producción en serie, a la funcionalidad… a mi irrompible jarra azul de tapa blanca que está en el cuarto de la tele.
De la doma del fuego al intento por transmutar las propiedades de la materia, a la búsqueda de la piedra filosofal y a la alquimia; de la muerte de los mitos a la observación científica, a la herejía y a la química; de los experimentos caseros a los laboratorios, a la cátedra y a las ferias de ciencias. De la caza irracional de elefantes al encarecimiento del marfil, a los elevados costos de producir bolas de billar y a la recompensa de 10,000 dólares ofrecida por el fabricante Pheland and Collander a quien encontrara un material que lo sustituyera. Del trabajo del profesor inglés, Alexander Parkes, combinando celulosa (algodón y madera en estado de descomposición) con ácido nítrico y alcanfor que llamó parkesina, a la adquisición de su patente por el inventor estadounidense John Wesley Hyatt, a su segundo lugar en el concurso de Pheland and Collander y al producto altamente volátil que patentó con el nombre de celuloide, el gran imitador de la naturaleza. De la producción de dentaduras postizas, cuellos y puños de camisa y corsés, al inicio de la industria cinematográfica con la aparición de la película y a la explosión de varias bolas de billar. Del descubrimiento de la reacción fenol-formaldehido y de los experimentos con colorantes de Adolf von Baeyer a la obtención del Premio Nobel de Química de 1904 y a las investigaciones de Leo Baekeland, padre de los plásticos modernos, al invento de la baquelita, primer material moldeable, termoestable, aislante, resistente al agua, producido en el tubo de ensayo, sin igual en la naturaleza. De la era del diseño molecular y los materiales creados por el hombre al desarrollo de los polímeros, a Wallace Carders y la empresa Dupont, al desarrollo de la poliamida y a la producción de medias de nylon y paracaídas. De la insatisfecha demanda de caucho en la Segunda Guerra Mundial a la aparición del neopreno, como sustituto; y a la del polietileno, que podía aislar los equipos de radar sin añadir peso… a mi jarra de plástico azul con tapa blanca que está en el cuarto de la tele.
Del fin de la Segunda Guerra Mundial al desarrollo de nuevos plásticos que podían convertirse y moldearse en cualquier forma imaginable al moldeado por inyección, a la visión de Earl Tupper de producir innovadores productos plásticos para conservar alimentos, a la creación de la compañía Tupperware y a la novedosa forma de venta directa, principalmente de mujeres, en “tupper-parties” y a una verdadera invasión plástica en el frente doméstico. De la caducidad de su patente en 1984 a la constitución de la empresa Industrias Cipsa, S.A. de C.V., en México, para la producción, venta y distribución de contenedores portátiles de plástico para uso doméstico y al registro de su marca Cipsaware, en 1987. De la línea de producción de su planta, localizada en algún lugar de la delegación Miguel Hidalgo, al departamento de “Enseres para el Hogar” de Superama Patio Pedregal al tocador de la recámara de mi primer departamento y hasta el cuarto de la tele de mi casa durante el día y a mi buró durante la noche: mi jarra de plástico azul con tapa blanca.
Todos los objetos que nos rodean tienen una historia propia, eco e impronta de la historia de la humanidad, su evolución, sus cambios, sus avances y descubrimientos; pero los que forman parte de nuestra vida diaria toman una nueva dirección y participan en la construcción de nuestra historia personal. La jarra azul con tapa blanca que compré en Superama la primera vez que fui al súper de recién casada se convierte en mi jarra azul con tapa blanca, no por el hecho de que haya pagado dinero por ella, sino porque se convirtió en parte de mi existir cotidiano, testigo de mi evolución, mis cambios, mis avances y mis descubrimientos.
Porque llenó de agua los biberones de tres bebés, porque se me ha caído al piso incontables veces, porque fue casi masticada por más de uno de mis perros, porque la tapa tiene las marcas de cuando casi se me quema cuando la dejé cerca de la estufa, porque le enseñó a mi hijo a no tomar directamente de ella cuando la tapa no está bien puesta, porque junto a ella se ponen las medicinas cuando hay que tomarlas, porque es una lata espantosa tener que bajar a la cocina a rellenarla, porque también ha servido de regadera para plantas y de donde se saca agua para lavar pequeños desastres, rebajar pintura y hasta jalarle al baño. Porque una de mis hijas metió la mano completa en ella cuando se quemó el dedo con la plancha del pelo, porque fue casa temporal de Cirilo, el pez beta de mi otra hija, cuando limpiamos su pecera.
Considerado, desde antaño, deber sagrado el que haya agua fresca disponible en todo momento. Y aunque tomar agua quita mucho tiempo, no por nada es símbolo de vida nueva, renovación y fuerza.
Mi jarra azul con tapa blanca me acompaña todos los días a tomar dos vasos de agua antes de hacer ejercicio; dos, después; uno antes de salir de la casa y otro cada vez que voy al baño. Mucha agua, muchos años, diferentes situaciones, yo, mi jarra azul con tapa blanca y su inseparable compañero, mi vaso chaparrito de vidrio… pero de ése, es otra la historia.