Decrecer ya

Patricia Gutiérrez-Otero

Columna

Quien crea que el crecimiento exponencial puede continuar indefinidamente en un mundo finito es un loco o un economista.

—Kenneth E. Boulding

El crecimiento hoy en día sólo es un asunto rentable a condición de que el peso y el precio recaigan en la naturaleza, en las generaciones futuras, en la salud de los consumidores, en las condiciones de trabajo de los asalariados y, más aún, en los países del Sur. Por eso es necesario hacer una ruptura. Todo el mundo o casi todo el mundo está de acuerdo en esto, pero nadie se atreve a dar el primer paso.

—Serge Latouche

En mi jardín los caracoles ya no pululan como en los primeros años. El microsistema ha cambiado o quizás hay menos campos de alfalfa colindantes, por lo que también se redujeron los chapulines. El caracol de jardín es un simpático molusco que quizás la gente de ciudad apenas conoce, pero que, en los jardines, en los viveros o en el campo puede ser una plaga por su apetito voraz. De costumbres nocturnas, en una noche puede terminar con un rosal a pesar de su lentitud al caminar. Además, por el hecho de su hermafroditismo, se reproduce con gran facilidad. Evidentemente, los seres humanos, tan ingeniosos, encontraron la manera de crear platillos para alimentarse con él. Pero, no es esto lo que aquí me ocupa, sino la lectura que Iván Illich hizo sobre su tamaño y sobre el tamaño de su concha, que volvió al caracol el símbolo del movimiento Decrecimiento, Descrecimiento, Décroissance, Decrescita, Degrowth, etcétera.

Iván Illich que, además de su formación como historiador y teólogo, tenía una formación en histología, rama de la biología que estudia la composición, la estructura y las características de los tejidos orgánicos de los seres vivos, dice, siguiendo los conceptos de escala de Leopold Khor, lo siguiente en cuanto a la conformación de la concha del caracol:

El caracol construye la delicada arquitectura de su concha sumando, una a una, espirales cada vez más grandes, luego se detiene bruscamente y empieza ahora a hacer giros decrecientes. Una sola espiral más haría que la concha fuera dieciséis veces más grande, lo que, en lugar de contribuir al bienestar del animal, lo sobrecargaría. A partir de entonces, cualquier aumento de su productividad serviría solamente para paliar las dificultades creadas por una concha que ha crecido más allá de los límites fijados por su finalidad. Pasado el punto límite de amplitud de las espirales, los problemas del sobrecrecimiento se multiplican en progresión geométrica, mientras que la capacidad biológica del caracol sólo puede, en el mejor de los casos, seguir una progresión aritmética (Illich, 2008, 247-248).

La sabia naturaleza dispuso que la concha del caracol no pudiera crecer indefinidamente, sino que se detuviera en el punto en el que fuera útil para su fin, proteger al caracol y no crecer de manera tal que se volviera contraria a su vida. Sería extraño ver en los jardines pequeños moluscos de unos seis centímetros de largo con una concha de veinte que no guardara proporción con su tamaño y que no les permitiera moverse. La proporción entre el tamaño del molusco y la concha se vuelve así una premisa para evaluar otros tipos de crecimiento, entre ellos el económico. Así, la idea de “proporcionalidad” y de respeto a los límites es un elemento indispensable para la vida de individuos y de sociedades.

Por ello, el economista francés, Serge Latouche, al referirse al caracol dijo: el “divorcio del caracol respecto de la razón geométrica, a la que se había unido durante algún tiempo, nos muestra el camino del ‘decrecimiento’, en la medida de lo posible, sereno y amable” (Latouche, 2009). De esta manera, la imagen del caracol se ha vuelto el símbolo de este movimiento, un caracol que muchas veces se representa caminando hacia atrás para subrayar cierto regreso a formas más humanas y frugales de vida y, por ende, de producción, como sucede con Epimeteo quien, a diferencia de su hermano Prometeo, ve hacia el pasado para aprender de él y resituar el caminar del presente.

En este sentido, el decrecimiento al que me refiero nada tiene que ver con el fenómeno económico en el que la economía se desacelera por sí misma o llega a una recesión o a una crisis. Por ello, pensadores como Jean Robert no aceptaban el término, que se confunde con ese tipo de fenómenos. Miguel Valencia propuso el término de “descrecimiento” (con s), que ya se utiliza en México para separarlo del decrecimiento automático de la economía.

Sea lo que sea, el término “decrecimiento”, dice Serge Latouche, nació como un eslogan que rápidamente se convirtió en bandera de todos aquellos que, procedentes de la ecología política y de la crítica culturalista del desarrollo, sentían la necesidad de romper con la noción de “desarrollo sostenible”, ese oxímoron utilizado por los apóstoles de la religión del crecimiento y enfrentar el famoso TINA (There Is No Alternative) de la ex primera ministra británica Margaret Thatcher (1979-1990) (Latouche, 2022). El slogan pretendía azuzar los cuestionamientos y alejarse no sólo del “desarrollo sostenible”, “sustentable”, “solidario”, etcétera, sino de otras posturas como el “crecimiento verde”, y tratar de construir, dice Latouche, “otra sociedad, una de abundancia frugal o de prosperidad sin crecimiento”. El decrecimiento no es, por lo mismo, un proyecto económico de partida, aunque sea una economía diferente, sino un proyecto de sociedad que implica desafiar el dominio de la economía sobre nuestra imaginación política.” Para decirlo de otra manera, es tomar conciencia de que no es posible en un mundo finito, vivir como si éste fuera infinito, ni anteponer los valores económicos a otros valores.

Si escribo sobre él es porque el tiempo apremia para que una mayoría de habitantes llegue a una toma de conciencia y poder evitar el colapso al que nos ha llevado el industrialismo y la globalización. Ese colapso puede mirarse en el uso indiscriminado de la energía mediante hidrocarburos, que son las energías más potentes (dejando de lado la nuclear) y que no pueden reemplazarse por energías llamadas limpias. Puede verse también en el calentamiento global que provoca la actividad humana, en la crisis hídrica de muchas regiones del planeta, tanto por carencia de agua como por el aumento de las aguas por los deshielos de los polos, en la desigualdad social que, a pesar de lo que prometían los grandes avances en la producción agrícola y de alimentos en general, no ha disminuido y en la baja calidad de vida centrada en la productividad individualizada y en la diversión efímera propia de las sociedades neoliberales en las que el “recurso” humano se desecha cuando deja de ser útil.

Lo que busca el movimiento del Decrecimiento voluntario es que los seres humanos captemos y desmontemos el mundo feliz que la publicidad y la propaganda nos venden. Es el primer gran paso para llegar a trabajar en sus 8 erres, como las denomina Latouche: Reevaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Relocalizar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar y Reciclar.

Reevaluar permite cuestionar los valores de la sociedad industrial y de consumo con su individualismo omnímodo y su avaricia y redescubrir lo que realmente importa para vivir una vida buena1 de un tipo más comunitario y más sencillo, más frugal, local y justa para todos. Reconceptualizar nos lleva a pensar y acomodar los conceptos que provienen de esta nueva conciencia. A partir de ahí se siguen las otras erres ya más ligadas con el hacer, que Latouche ha expuesto en muchas ocasiones y que me es imposible retomar aquí.

Gran parte del trabajo de pensadores, economistas, filósofos, arquitectos, ingenieros, agrónomos y otros que se orientan hacia el Decrecimiento como única opción viable para evitar la hecatombe que se avecina, ha sido Reevaluar y Reconceptualizar, pero también buscar y vivir modos de vida más frugales, menos contaminantes. Latouche ha señalado incluso la diferencia innegable que hay entre pensar y llevar a cabo el decrecimiento en el Norte rico y consumista, y el Sur pobre, que se caracteriza por sus economías de subsistencia y culturas que siguen siendo frugales y comunitarias.

A guisa de síntesis: el Decrecimiento, al analizar la realidad, se ha dado cuenta que el crecimiento y el “desarrollo” económico y tecnológico de la modernidad no conoce límites y cierra los ojos ante las consecuencias de esta carrera que sólo beneficia a minorías y destruye las condiciones planetarias de la vida animal y humana. Por ello, postula un cambio radical y no maquillajes. Este cambio inicia con tener conciencia de la situación y cambiar los paradigmas que la sustentan, para de ahí regresar a formas de vida más frugales, más comunitarias y menos destructivas. Se trata, dice Latouche, de elegir entre Decrecimiento o barbarie. En realidad, este texto es sólo un acercamiento al Decrecimiento que seguiré tocando en estas entregas. Para entrar más profundamente en él, aconsejo la lectura de alguno de los múltiples libros de Serge Latouche, uno de los principales ideólogos de este movimiento de pensamiento y acción, aunque no el único. Este autor, como otros, tiene videos muy recomendables en YouTube. Sugiero también, a guisa de introducción, un número dedicado al tema que coordiné para la revista Unidiversidad; puede leerse en línea. Termino anotando que en México existe el grupo de Descrecimiento ligado con Miguel Valencia (pionero en traer este eslogan y el Decrecimiento a México) y un pequeño grupo de compas llamado Decrecer, así en verbo, al que pertenezco. Para todos nosotros, el tiempo apremia.

1 “La Vida Buena es un estilo de vida marcado por la sencillez, la honestidad, la frugalidad en el consumo, la solidaridad con los demás congéneres y con el medio ambiente. Es también una vida de dedicación al trabajo, el servicio a la sociedad, el cultivo de la inteligencia espiritual y la alegría de vivir. La Buena Vida, por su parte está determinada por la sensualidad, donde la satisfacción de las necesidades está sujeta al placer. Esta forma de vivir eleva la percepción de los sentidos a categoría de placer y es alimentada constantemente por la estructura de la sociedad de consumo.” Su lema es “todo vale con tal de vivir bien” y la norma que sigue es la del placer por el placer. Bello Dotell, Alina J. (2013). ¿La vida buena o la buena vida? Àmbit d’Investigació i Difusió Maria Corral. https://ambitmariacorral.org/es/2013/10/la-vida-buena-o-la-buena-vida-3/

Referencias

Bello Dotell, Alina J. (2013). ¿La vida buena o la buena vida? Àmbit d’Investigació i Difusió Maria Corral. https://ambitmariacorral.org/es/2013/10/la-vida-buena-o-la-buena-vida-3/

Illich, Iván. (2008). “El género vernáculo”, Obras reunidas II, Fondo de Cultura Económica, México.

Latouche, Serge. (2009). Pequeño tratado del decrecimiento sereno. ICARIA.

————. (2022). Serge Latouche: El decrecimiento o el sentido de los límites. Climaterra. https://www.climaterra.org/post/el-decrecimiento-o-el-sentido-de-los-l%C3%ADmites

Palou, P.A., Maldonado, M. y Jaramillo, D.I. (2017). Decrecimiento. Unidiversidad, no. 28, https://issuu.com/uni-diversidad/docs/uni28_descrecimiento

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