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Caminos hacia la paz
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Poesía

Sonetos del mar

Javier Gómez Ávila
Poesía

SAL


Quizá nació de un cielo enronquecido

donde apenas si hablaba la marea

cual lava que caía como brea

de un lejano planeta desvalido;

tal vez del llanto de ángeles caídos

que vertieron sus ojos en la guerra

que los echó del cielo y de la tierra,

proscritos para siempre y maldecidos;

quizás es consecuencia de una gota

de sudor del creador del universo

que inunda partes bajas del planeta.

Tal vez así nació el mar

que cultiva del mundo lo diverso,

y convierte la sal en paraíso. 

LA FUGA


Inmigrante del reino submarino

arribas con tu líquida armadura

sobre el lecho de arena y tu figura

se derrite en su canto mortecino.


Disuelto ya tu cuerpo en la aventura,

libras por fin tu pie de los marinos

lares y entregas bálsamos salinos

al aire cuando vuela a baja altura.


¡Oh, frágil dama, espuma de los mares!

con armoniosas voces te levantas

y muestras los bordados de tu oleaje.


Con delicado lance te quebrantas

en las playas, en rocas y pilares

con el fiel balanceo de tu encaje. 



GUARDIANES


Carcajada o graznido de victoria        

se escucha a la gaviota por los puertos     

al avivarse el ansia en su notoria

lucha por alcanzar los peces muertos.


Con su alerón de pluma esgrime el vuelo

la nauta por los cielos ojerosos;

ajusta el ala, el cuerpo y baja al suelo

en picada de rizos asombrosos. 


Moradora presencia de la playa

encuentra su refugio sobre muros

forjados por el viento en la atalaya.


Allí viven ocultos y seguros,

aguardando el sustento conseguido, 

polluelos impacientes en el nido.

SOLISTA


De nácar, caracola, tu vestido

te oculta entre la arena refinada

movida por el lance y retirada

del mar que siempre vive en su latido.


Estampas los susurros de los mares

al atraparlos quieta en tu refugio:

sus vaivenes, sus voces, sus cantares,

sus acentos marinos, su artilugio.


Entregas melodías asentadas

en tierras submarinas con el habla

de tu rizo teñido de blancura.


Unas manos te suben y calladas

te sacan de la red sobre la tabla

para escuchar al mar en tu abertura.

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