SAL
Quizá nació de un cielo enronquecido
donde apenas si hablaba la marea
cual lava que caía como brea
de un lejano planeta desvalido;
tal vez del llanto de ángeles caídos
que vertieron sus ojos en la guerra
que los echó del cielo y de la tierra,
proscritos para siempre y maldecidos;
quizás es consecuencia de una gota
de sudor del creador del universo
que inunda partes bajas del planeta.
Tal vez así nació el mar
que cultiva del mundo lo diverso,
y convierte la sal en paraíso.
LA FUGA
Inmigrante del reino submarino
arribas con tu líquida armadura
sobre el lecho de arena y tu figura
se derrite en su canto mortecino.
Disuelto ya tu cuerpo en la aventura,
libras por fin tu pie de los marinos
lares y entregas bálsamos salinos
al aire cuando vuela a baja altura.
¡Oh, frágil dama, espuma de los mares!
con armoniosas voces te levantas
y muestras los bordados de tu oleaje.
Con delicado lance te quebrantas
en las playas, en rocas y pilares
con el fiel balanceo de tu encaje.
GUARDIANES
Carcajada o graznido de victoria
se escucha a la gaviota por los puertos
al avivarse el ansia en su notoria
lucha por alcanzar los peces muertos.
Con su alerón de pluma esgrime el vuelo
la nauta por los cielos ojerosos;
ajusta el ala, el cuerpo y baja al suelo
en picada de rizos asombrosos.
Moradora presencia de la playa
encuentra su refugio sobre muros
forjados por el viento en la atalaya.
Allí viven ocultos y seguros,
aguardando el sustento conseguido,
polluelos impacientes en el nido.
SOLISTA
De nácar, caracola, tu vestido
te oculta entre la arena refinada
movida por el lance y retirada
del mar que siempre vive en su latido.
Estampas los susurros de los mares
al atraparlos quieta en tu refugio:
sus vaivenes, sus voces, sus cantares,
sus acentos marinos, su artilugio.
Entregas melodías asentadas
en tierras submarinas con el habla
de tu rizo teñido de blancura.
Unas manos te suben y calladas
te sacan de la red sobre la tabla
para escuchar al mar en tu abertura.