El año pasado apareció un libro muy pertinente y una de las pocas obras de ciencia política dignas de ser leídas a gran escala: Why Politics Fails (Por qué fracasa la política) del doctor Ben Ansell, profesor de la Universidad de Oxford. El libro plantea el dilema permanente de la política, la contradicción entre los objetivos individuales y los colectivos, bajo una luz innovadora. La obra está estructurada a partir de cinco temas: Democracia, Igualdad, Solidaridad, Seguridad y Prosperidad. Si la estructura le suena similar a la de una propuesta de campaña está usted en lo correcto. Lo que Ansell pretende demostrar es que si bien esos cinco temas parecieran objetivos compartidos por toda la sociedad, en realidad su consecución presenta obstáculos casi irremontables para muchísimos electores. En lo que respecta a la democracia, no existe tal cosa como la voluntad del pueblo, sino muy divergentes posturas sobre qué es mejor para el pueblo. En cuanto a la igualdad, no es lo mismo la igualdad de oportunidades que la igualdad de resultados. Más aún, la obtención de una puede impedir el logro de la segunda y a la inversa. En referencia a la solidaridad, Ansell evidencia cómo ésta sólo nos resulta deseable cuando somos nosotros quienes la necesitamos. Por eso no nos gusta pagar impuestos. En lo referente a la seguridad, toda ambición de alcanzarla oscila entre el peligro de terminar en la anarquía o de aumentar la fuerza del Estado a tal punto que se desemboque en la tiranía. Finalmente, en torno a la prosperidad, lo que nos enriquece en el corto plazo nos empobrece a largo plazo, específicamente si hablamos de cambio climático. Es decir, el libro de Ansell ilustra la incompatibilidad de las metas que plantean las campañas electorales y los objetivos bien intencionados de los politólogos. En lugar de pintar un mundo ideal donde pueden alcanzarse todos los objetivos de la humanidad, Ansell obliga al lector a devolverle realismo al pensamiento político. Es ésta, creo yo, la mayor contribución del texto.
Si como dice el gran pensador Raymond Aron, la política es una selección entre inconvenientes, Ansell se las arregla para demostrarnos con ejemplos concretos esa selección. Me pregunto yo cuánto podría enriquecerse nuestro debate público si se planteara el problema así de abiertamente. Imagínese usted preguntándole a un candidato a cualquier cargo de elección popular: “Oiga, su propuesta de seguridad ¿se acerca más al extremo de la anarquía o al de la tiranía?”. El político le pintaría un mundo ideal donde su seguridad estaría garantizada sin que se incurriera en ninguna restricción de las libertades. Esa respuesta, sin embargo, es materialmente imposible en la realidad. Cedemos cosas para obtener otras. Insisto, no vamos a conseguir que la clase política encare con franqueza estos dilemas, pero el libro de Ansell ayuda a pensarlos cuando menos desde la academia, los think tanks y los medios de comunicación. Resulta especialmente pertinente si pensamos sus argumentos en términos del cambio climático, una amenaza existencial para la humanidad. Podemos continuar el desarrollo industrial indefinidamente y a gran escala o podemos valorar su impacto ambiental y los peligros que entraña. Lo primordial es que los lectores empiecen a reflexionar la política desde una perspectiva más madura, vale decir adulta. En otras palabras, la política no lo puede todo y las campañas electorales no son recetarios universales para la solución de todos los problemas. La realidad es más compleja y habrá cuestiones que puedan resolverse, otras administrarse y algunas más sólo atenderse. Entender esto exige desprenderse del idealismo juvenil de tantos activistas y comentaristas de nuestro tiempo que solicitan a la política lograr lo imposible. ¿Por qué fracasa la política? La respuesta de Ansell es porque le pedimos lo inalcanzable. De ahí buena parte de la decepción que genera en segmentos tan amplios. Tan pronto como empecemos a reconocer esto y a fijar metas más realistas, la política explotará su potencial para lograr metas ambiciosas. Y es que este libro obliga a pensar la política en los términos en que el destacado cardiólogo mexicano Ignacio Chávez planteaba la misión de la medicina: “Curar pocas veces, aliviar con frecuencia, consolar siempre.”